Ahora haré una serie de entregas en donde reseño de dónde salió cada pieza de
mi colección de piezas prehispánicas; a petición de una amiga va este primer lote. Estas figuras fueron un regalo de otra amiga, una que ya no frecuento, se ha mudado y todo, y ya que no quedamos en buenos términos, bueno, no pregunten...
Según cuenta esta vieja amiga sus padres tenían una pequeña casa en el estado de Morelos, por lo que cada tanto iban de viaje, de camino a esa casa tomaban pequeños descansos que ocupaban para explorar; así que en una de esas pausas llegaron a una cueva, en ella encontraron numerosas puntas, navajas y núcleos de obsidiana, tantos que parecía haber sido un taller. Ellos tomaron bastantes, no miento al decir que tendrían más de cinco o seis kilos de estos.
En cuanto a la
cabecita, se trata de un figura de barro, moldeado y con aplicaciones de pastillaje, no parece presentar policromia alguna. Según mi amiga pertenece a la misma cueva de Morelos, ella lo jura.
Pero, como me dijeron por ahí, la arqueología no se hace a base de juramentos, aunque la historia de la arqueología mexicana está llena de falsas pistas, equívocos y falsificaciones, consecuencia del saqueo y comercio de piezas prehispánicas; cuando esto sucede se pierde todo indicio que señale la procedencia, uso o función de la pieza en cuestión, acaso queda su valor estético, y aún así está puesto en entredicho debido a la duda razonable en cuanto a su autenticidad, pues ya desde el siglo XVI se vienen haciendo reproducciones, a veces incluso con materiales muy parecidos al original, y más de una vez han llegado a las vitrinas de algunos museos.
Retomando el aspecto estético de las piezas parecería un tanto baladí para las investigaciones, pero no es así, pues un tanto de la cronología arqueológica se ha hecho con base en el desarrollo estilístico y técnico de los restos, de hecho, este es uno de los primeros aspectos que pueden tomarse para evaluar una pieza.
Dicho esto, podemos avanzar diciendo que nuestra cabecita se inscribe inmediatamente en la tradición de Tlatilco, sitio ubicado al norte de la Cuenca de México (burritos si le llaman Valle de México, porque no es un valle), se distingue por sus elaboradas tumbas, así como por sus
mujeres de Tlatilico, amén de lo antiguo del sitio. Las
mujeres de Tlatilco son pequeñas figurillas que casi siempre representan a mujeres jóvenes desnudas, ataviadas con complejos tocados, breves faldellines o cubiertas con pintura corporal.
Me sugieren que podría ser también del estilo propio de la fase Coyotlateco, yo tengo mis reservas, pues si no me equivoco estas se hacían con moldes y esta está moldeada y con pastillaje. Así que es difícil que proceda de Morelos, aunque quien sabe, no todo está dicho, podría ser como ese pequeño sitio enclavado al oriente de la Ciudad de México llamado
Tlapacoya, estudiado por Román Piña Chan, que tiene la particularidad de ser la presencia Olmeca más cercana al centro, y está ahí, en Ixtapaluca, en un lugar medio feo y parece que a nadie le importa.
Por cierto, nuestra cabecita también pareciera guardar cierta relación con la
Figuras de Tlapacoya pero el tocado, como el material no corresponden.
En fin, es lo malo del saqueo. Por supuesto mi intención no es hacer una apología de ello, ni mucho menos coleccionar a mansalva piezas prehispánicas, no quiero ser una especie de Diego Rivera que compraba lotes enormes (aunque mucho de ello eran falsificaciones), mi intención nunca fue comenzar a juntar estas piezas, pero cuando recorres frecuentemente sitios arqueológicos las cosas van llegando por si solas.
En fin, por ahora seguiremos con esto, prometo que serán pocas entradas sobre el particular, todavía hay mucho de mí de otros temas que quiero compartir con el mundo.