En diciembre de 2005, gracias a un viaje de trabajo, recorrí casi toda la península de Yucatán, llegamos en avión a Mérida, Yucatán, cruzamos por Valladolid, Yucatán, para ir a Chetumal, Quintana Roo; para luego volver a subir, rumbo a Xpujil, Campeche; pasando a Hopelchen, también en Campeche, y de regreso a Mérida, Yucatán, para finalizar en puerto Progreso, también Yucatán.
Todo esto, en poco más de una semana, internándonos en lejanas comunidades, sobre todo del estado de Campeche, algunas apartadas hasta por una hora de la carretera principal, recorriendo delgadas franjas de concreto, e incluso en una ocasión cruzamos por un camino apenas desmalezado y con las piedras más grandes echadas a un lado, pero todavía sin barbechar ni aplanar. Visitamos pueblos de desplazados oaxaqueños y guatemaltecos, y hasta divisamos los rústicos y apartados ranchos de los menonitas.
Hay mucho que escribir de ese viaje, pero por ahora, les quiero contar un chisme de pueblo, concretamente del municipio de Hopelchen, en Campeche. Es un chisme, porque aunque la primera parte de la historia es algo que yo vi, el desenlace me lo contó un compañero de trabajo que siguió yendo a la región.
Pasamos varias veces por Hopelchen, y aunque nunca nos quedamos ahí a dormir, sí nos tocó estar a la hora de la comida, y como no disponíamos de mucho tiempo, comimos en el primer lugar que encontramos junto a la plaza principal, en una pequeña y oscura cocina. Una señora, con una gran sonrisa, nos atendió, acomodó las sillas y limpió una mesa en la que todavía había platos del almuerzo de alguien, supongo que de ellos, porque siendo una cocina de un pueblo grande, casi no tenía mucha clientela. Nos sentamos a la mesa, nos dijo que tenía de comida y tomó la orden. Estábamos hablando entre nosotros cuando algo cruzó por detrás, una pequeña figura seguida de una sombra animal.
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Busqué en Google Maps, estoy casi seguro que esa es la cocina, pero no podría asegurar que la señora
que se ve ahí es la de mi historia. |
Ella era un ser totalmente lúbrico, con una sensualidad casi maligna, es la criatura más sexual que haya visto alguna vez. Como una estatua india en que todo su cuerpo se brinda, se regala para el gozo. Estoy casi seguro que era menor de edad, casi legal, pero todavía no.
Uno de los atractivos de los viajes es conocer comida y gente nueva, para los hombres, también está el atractivo de conocer la belleza local, ver mujeres de otros tintes y geometrías es muy interesante. En ese viaje vimos varias mujeres bellas, por ejemplo, una mujer blanca, con una cara extraña, los ojos ligeramente oblicuos y separadas, como un gato, y con una beatitud extraña; también vimos muchas mujeres blancas, como holandesas perdidas en la selva, eran las menonitas de la región, de labios rosas, pero mirada ausente, con todo, ninguna mujer como aquella chica de la cocina.
Existen mujeres como Kika Gomar, que tienen un cuerpo espectacular, pero algo en su rostro no invita, no despierta el desenfreno; en cambio, mujeres como Sasha Grey, a pesar de su delgado cuerpo, despierta un infierno en nuestras mentes con su rostro. Por supuesto no es el rostro en sí mismo, no es la carne por si sola, es el alma de la persona, lo que alimenta la mirada, el fuego que vive y respira en su pecho.
Íbamos tres hombres en el equipo de trabajo, uno de casi cincuenta años, otro de treinta y tantos, y yo, de veinticinco; los tres coincidimos en que esa chica era algo especial. Cruzó por detrás de nosotros, luego se sentó hincada sobre un taburete, marcando más su figura, resaltando su talle, su trasero, los hombros lisos, relucientes como de estatua, levantados hacia al frente, enmarcando sus pechos; el cabello aleonado, los labios gruesos, vivos y los ojos detrás, escondidos entre la cabellera, acechando, sabiéndose gozosa; luego se volvió a levantar, era un animal inquieto... en cualquier posición su cadera, sus nalgas, parecían estar levantadas, esperando a ser tomada...
Todo ese tiempo la señora de la cocina nos había estado viendo, y cuando regresó a la mesa a servir agua, nos miró con un brillo en los ojos y una sonrisa de complicidad, y es que los tres nos habíamos quedado absortos mirándola. Por un momento dudamos, por un momento esperé los reclamos de la señora, pero mantuvo la sonrisa pícara, y dudé más, sentí miedo, creí que en cualquier momento nos la ofrecería... habló y dijo:
¿verdad que es bonita?
Mandó a la chica por tortillas y nos platicó su historia. Era hija de unos parientes suyos, se la habían mandado porque en su pueblo había tenido algunos problemas por
bonita... después regresó la chica y anduvo ayudando un poco en la cocina, a veces desaparecía en el fondo de la casa, pero regresaba con felino andar, luciendo su cuerpo, sin exageraciones, todo en ella era tan naturalmente sexual... a veces algún hombro quedaba desnudo y volteaba a verlo antes de subir la manga mientras miraba hacia nosotros. Aunque estábamos un poco más tranquilos y tratábamos de ser más discretos, no podíamos escaparnos al hechizo.
Regresamos a la cocina un par de veces más antes de terminar el viaje, pero sólo una vez más volvimos a verla, con los mismo resultados hipnotizantes. Algo debo agregar, ella nunca nos miró directamente con intensidad, había algo raro cuando llegaba a interactuar con nosotros, cuando nos llevaba tortillas o agua a la mesa, sin llegar a ser grosera, ponía una barrera, no sé describirlo, una distancia, una inaccesibilidad de diosa que no conoce a sus adoradores.
Yo no volví a ir a la región, pero los otros dos compañeros del equipo sí; y casi medio año después, el compañero de treinta y tantos me contó algo sobre la chica. Resulta que ya no estaba en el pueblo, se la habían llevado a otro lugar, porque varios hombres se habían metido con ella, al mismo tiempo... ¡y hasta vídeo había!. Estaban involucrados policías, regidores, síndicos, municipales... y por algún lado se había filtrado el asunto,
aluego entonces, las señoras del pueblo marcharon en grupito, clamando sangre y fuego.
Por fortuna, la señora de la cocina se había enterado con anticipación de la bronca que se avecinaba y tuvo tiempo de sacar a la niña del pueblo... de quién se decía estaba ya embarazada...
PRIMER SEMANA MAYA
MI COLECCIÓN DE PIEZAS PREHISPÁNICAS
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