domingo, 3 de diciembre de 2023

43 y contando.

Esta línea es un intento de introducción fuerte, que demuestre algo de cultura, es una referencia velada que da cuenta del espíritu de nuestros tiempos.

Esta línea es una referencia a mi vida personal, es el inicio para plantear el problema, la quimera que creo fue la que me acompañó durante el año.

En esta línea me siento a gusto y confiado y meto el verso de algún bolero o la oración de algún libro que haya leído recientemente, e incluso puede que hasta la sentencia de alguna película que me haya intrigado.

Ahora sigue la confesión triste del asunto, el tormento que me acompaña. Les enseño la daga que traigo dentro y 

Entonces digo que la verdad es que no está tan mal el asunto, proyecto esperanza, quizá una resignación en clave poética, o al menos es lo que intento escribir.

Y ahora, la sentencia final, el dictamen dice que en este momento de mi vida prefiero la comodidad, pero también intuyo que le ando perdiendo el miedo al abismo, necesito ir al encuentro de ese matamoscas que espera allende.



El sentido de la vida, el universo y todo lo demás

Cumplí cuarenta y dos años y no creo que la vida tenga sentido, creo que estamos aquí por una trampa de la vida que lo único que busca es seguir existiendo. El sentido de nuestros días se lo tenemos que dar nosotros mismos. Hay quien se rinde a un camino, a un meta, y luego estamos los que no tenemos nada, los que somos pura búsqueda.



Hace años era habitual soñar que me perdía en el Metro, que me pasaba un par de estaciones, ya sea por descuido o porque estaba demasiado lleno, e incluso porque no podía ver en que lugar me encontraba. Entonces veía el mapa y encontraba rápidamente una alternativa pero me desviaba mucho, me mandaba a un camino desconocido, a estaciones vacías, transbordos complejos y paraderos confusos.

Durante mucho tiempo me pregunté la razón de ese sueño, hasta que un día lo consulté con alguien y me preguntó si tenía algo pendiente, como un proyecto sin acabar o algo sin resolver. Entonces me di cuenta que mi vida era una entera/eterna prolongación de deseos. Vivo de mis intereses sin concretar ninguno. Los atiendo un rato y luego se van diluyendo hasta que el anhelo lo trae de vuelta, lo revive e incendia en mi cara hasta que se vuelve a apagar solo.

No estaría mal si no fuera porque en alguna parte de mi siento que 




Este texto originalmente se redactó el 28/9/22 a las 4:42 p.m. y siendo hoy el 03/12/23 a las 21:05 le doy "publicar" porque evidentemente me bajé en otra estación del Metro y me olvidé de él por más de un año completo.

martes, 1 de marzo de 2022

Se me acabó la fuerza de mi mano izquierda



Y te solté la rienda... 

Por supuesto hablo de mi vida, más estrictamente del control de mi vida.

¿Realmente alguna vez existe eso, en serio alguna vez tuvimos control sobre ese ponto que a ratos es el lomo vivo de un bestia sin limites y otras es como sombras en un patio que día a día se vuelven la misma?

Por supuesto que la retrospectiva nos engaña, la perspectiva es un truco de teatro para hacernos sentir más vivos, para creer que eso que está ahí delante, para deleite de la vista, es la realidad.

Proyecto de blog, con tema de cada año se cayó, se olvidó en alguna esquina, detrás de unas cajas de mudanza, detrás de ropa que ya no queda, detrás de otras risas, de una tarde que no termina, detrás de una pandemia, del fin del mundo. Pero antes que eso hay tantas cosas, una ira, una rabia, una tristeza arrastrada, un berrinche, yo qué sé.

¿Por qué es, fue, será tan difícil entender, vivir con la diabetes? Hay gente que sólo come bien, se ejercita y hace lo que el doctor dice . Ahí no hay trauma. Ojalá tuviera esa frase precisa, ojalá que por lo menos no doliera así, no sé.

¿Pero fue eso?, ¿sólo por eso dejé de estar aquí, y allá, y en mí mismo? No, también fue por un dientecito de ajo, tribuna de ternura. El amor que le dicen.

Deseo tantas cosas, cosas que no enuncio, que dejo entre lo privado y lo oculto. Desde un flan, ¿por qué deseo un flan si sé que ahí está la muerte, que horadará mis venas, que rastrillará mis ojos, que desecará mi riñón? ¿El flan es sólo flan u otra cosa?, ¿ganas de morir, tentativa suicida en cámara lenta o ganas de vivir? Ah, pero la trampa, ¿qué es eso de tener "ganas de vivir"? Qué cara es la alegría, que fraude es la belleza y la estabilidad y la paz.

De unos rusos aprendí que la salud no existe, que es un estado ilusorio (no dicen eso, pero el budismo de bolsillo así lo traduce). Lo real es la enfermedad.

Bueno, se me acabó la década y no pude escribirla. ¿La recupero o ya desde aquí le seguimos?


martes, 2 de octubre de 2018

El 68 en el 99.

En 1999, durante la huelga de la UNAM del CGH se conmemoraron 31 años del 1968.

Iniciamos la huelga en abril y las autoridades no cedían ni un ápice, mientras, los meses se fueron acumulando, y en algún momento intuimos que su apuesta era al desgaste. Recuerdo que un día, en medio de una de las maratónicas asambleas, pensé que quizá siguiéramos en huelga para octubre, imaginé como podrían unirse ambos movimientos y qué podría resultar de esto; pero luego pensé que no estaríamos así durante casi seis meses.

Imagen tomada del blog Tierra y Libertad.

Cuando menos me di cuenta ya estábamos votando la ruta de la marcha del 2 de octubre. Tenía que ser algo apoteósico, algo especial. No podía simplemente ser la marcha normal que salía del Museo de Antropología, o del Zócalo hacia Tlatelolco. También se discutió si debía ser ahí, se habló de los peligros de hacerlo en un lugar cerrado, por un momento se hizo presente la amenaza de una nueva masacre, o de menos una fuerte represión; pero ponderó el músculo del movimiento, habíamos pasado por momentos de fortaleza y otros de abandono, ahora estábamos otra vez de subida.

Se votó en un asamblea realizada en el auditorio Che Guevara/Justo Sierra, no recuerdo exactamente cual plantel, pero sí se una preparatoria estuvo a cargo de la reunión, lo que significaba, entre otras cosas, llevar la mesa y elaborar los votos. Los votos eran hechos a mano y cada asamblea se cambiaba, esto porque al principio del movimiento existían votos oficiales, pero se extraviaron, o hubo rumores de que algunos fueron robados para impedir la votación de determinada escuela. Entonces cada escuela hacía los votos para la asamblea siguiente, totalmente artesanales, adornados con colores, tela y pintados, montados casi siempre en cartón. Los votos para esa asamblea fueron muy sencillos, pintados apenas en platos redondos de cartón desechable.

Yo estuve ahí, ya era muy de noche, quizá de madrugada (las asambleas empezaban por la tarde y terminaban casi al amanecer). Cuando finalmente se votó por la ruta de la marcha hubo platos de comida que se colaron como votos. Y es que como las asambleas eran infinitas se preparaba comida (una comida horrible, hecha por compañeras -porque claro, las mujeres eran las que cocinaban, ya ven que los movimientos sociales no están exentos de machismo-, y se servía en lo que hubiera a mano, casi siempre cosas producto de donaciones. Esa noche la cena se sirvió en platos desechables de cartón.


Ganó la ruta más larga: de la Rectoría de la UNAM a la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Se marchó el viernes 2 de octubre, partiríamos a las 14:00, y se estimaban poco menos de cuatro horas de caminata. No recuerdo con exactitud la ruta de la marcha, sé que partimos por Insurgentes y avanzamos según la policía lo indicó. No es como lo puesto en la imagen de arriba (que es una mera reconstrucción), pero las demás rutas propuestas por Google Maps igualmente alcanzan los 17 km.

La marcha empezó casi una hora después de la hora propuesta (como suele ocurrir), y a diferencia de otras, el paso fue muy apretado, no tengo el dato de cuántos fuimos (pero muchos, muchos más de los que cuenta la policía), pero éramos miles de estudiantes, maestros y trabajadores de la UNAM caminando muy rápido. Recuerdo que en algún punto alguien aventó un huevo y lastimó a un compañero en el ojo y por esto paramos varios minutos.


Por supuesto el clima social en aquellos años era distinto al de ahora. Las autoridades universitarias tomaron distancia del 68, argumentaron prudencia y trataron de deslizar que nosotros nos eramos como los buenos muchachos de esa generación masacrada; incluso hubo una marcha de los llamados antiparistas (constituida de gente cercana a la rectoría). Otras cosas no fueron muy distintas a estos tiempos, pues ese mismo año también tembló en Oaxaca, dejando más de 5 mil viviendas en ruinas.

Llegamos al atardecer al corazón de Tlatelolco. Cuando mi contingente ingresó ya había gente hablando en el templete, vecinos de la Unidad, viejos líderes del 68 y representantes de la huelga actual. Yo me había desvelado la noche anterior escribiendo algo con la intención de leerlo en el templete. Había hablado con algunos amigos y padres de familia (ellos también tuvieron su propia organización y agenda en el movimiento del 99) para ver si era posible que me dieran un par de minutos.

Es curioso como se significan las cosas con el paso del tiempo, ahora que veo este horrible escrito que hice hace 19 años veo lo malo que es. Me parece como el sonido de un mono intentando tocar la trompeta, quizá entiende que hay algo ahí pero no alcanza nunca a dibujarlo. Se los dejo aquí y sólo modifico alguna coma, elimino una redundancia y agrego alguna tilde, sólo para remediar un poco su torpeza.

Salir, buscar febrilmente el mar, caminar por el adoquinado de mar, llenar los ojos de cristales de mar. Entonces hay que saber sostener la verdad, hay que saber llevarla. Luego están las manos, llenas de líneas digitales como superficie labrada, avecindadas ahora ya al  puño que sabe apartar el fuego que escupe fuego negro.
Correr sin guardar silencio es preciso: hay que salvaguardar la solicitud exigente, y aún más la victoria; pues ser breve en la justa es sentir el corazón arrebolado de miedos e injusticias insalvables, así sólo se estaría caminando por la vereda de la claudicación. 
Estamos bajo el acecho firme de una mandrágora que lucha desquiciadamente, pero con temor, contra nosotros. Hoy asestó un golpe ebrio de odio, un golpe que pudo suspender a nuestro puño de inminente verdad. Pero este día no tuvo noche, este día no vio fin a su jornada. 
Lo que sí quedó fue la ausencia: una flor azul sobre una plaza. Entra entonces la urgente salvación, la fuerte marea que sin límites desorbita visiones, el mar embravecido, iracundo, soslayando la presencia del nuevo acechante. Pero hoy no sólo es el mar, también hoy es el viento; pero falta la tierra y el fuego para llegar a la cumbre del éter rojo, no amarillo, ni azul, ni mucho menos tricolor. 
Hoy la nueva mandrágora nos mira con más rencor y desazón, comprende que para sus fines es necesario imponer la noche en el cuerpo y el alma nuestras, sobre todo el alma, porque sabe que con el cuerpo no basta, pues nos ha matado ya, aquí mismo, tan sólo hace treinta y un segundos y hemos vuelto a caminar, somos aquí el que fuimos ayer, vemos nuevamente el rostro perdido de nuestro hermano y hermana, y vemos también al amor perdido, o aún buscado, y tenemos esta tarde la sangre que tuvimos, y el sudor es el mismo, y el deseo es el mismo, y yo, como todos ustedes cerramos el círculo descrito un dos de octubre de 1968, que es exactamente el mismo de hoy, en cuanto a empeño y lealtad a sí mismo, poblamos hoy un mundo pasado que no pierde vigencia, poblamos el mundo de hoy para estar mañana, aquí mismo, en el desafío interminable. 
Y esta tarde despunta ya la idea de mañana, sin noche para la conciencia, y ella, la intolerante mandrágora, que quiso hacernos creer que lo único que quedaba era la noche, póstuma para siempre, la pobre.

Escribí esto de madrugada, atropellándome conmigo mismo, repitiendo clichés y triste por no hallar eso que quise sentir. Lo leí ya muy de noche en la Plaza de las Tres Culturas, bajo un cielo frío y ausente; casi al final de todo, cuando ya sólo quedaban unas pocas personas oyendo, todos viejos, seguramente vecinos y antiguos estudiantes, sobrevivientes de esa otra noche.




miércoles, 19 de septiembre de 2018

La mente tiembla


La mente piensa con palabras, pero no a la velocidad del habla, en un instante pueden existir varios discursos, en medio segundo pueden brotar hasta tres pensamientos diferentes, sobre todo cuando sucede algo inaudito, como un asalto, un accidente, o un sismo...

Lo primero que pensé es que era una especie de broma, de prueba, para ver si realmente habíamos puesto atención en el simulacro; recordé un parque en Japón que tiene instalaciones que reproducen los movimientos de un sismo a distintas magnitudes, pero no, 

Lo primero que pensé, más bien sentí, fue la ironía, quién hubiera pensando que temblara con esa fuerza en el mismo día que hace 32 años, porque

Lo primero que pensé fue que no había sonado la alerta sísmica, eso quería decir que el sismo no venía de la costa, sino de tierra adentro, intraplaca, y supe en ese mismo instante que iba a ser fuerte.

Trabajo en un séptimo piso (de un edificio de diez pisos) y ahí recibí el sismo, sentado en mi lugar. El horario del almuerzo es a las 12:30 y sólo nos dan media hora, y ese día yo aproveché para ir a pagar el teléfono; regresé unos pocos minutos después del tiempo límite, como a las 13:10, me senté, puse música, avisé por Skype a mi esposa que había regresado (su lugar estaba a escasos metros de mi, pero detrás de unas mamparas) y empezó... Creo que todos recordamos ese golpeteo que venía del suelo. A veces todavía lo siento... como estoy ocho horas en el mismo sitio donde viví el 19s tengo esa sensación física muy presente. Apenas inició el movimiento ya me había puesto mi chaleco de la brigada de Protección Civil y comencé a estar a la expectativa de la gente que tenía más cerca, entre ellas, a menos de diez metros, mi esposa, a quién alcancé a mirar a los ojos en lo que la gente se resguardaba junto a las columnas.

Pensé en el sismo de Ometepec, Guerrero, del 2012, pensé en que a raíz de ese sismo le quitaron mucho, mucho peso al edificio y que desde entonces se mecía más con los temblores; cosa que no era mala, porque se opone menos al movimiento.

En esta ocasión, después del golpeteo inicial, empezó la oscilación y fue diferente, el edificio se movió como un péndulo cada vez más libre, mientras, la alerta sísmica seguía sonando, avisando de algo que ya estaba aquí.

Llegó un momento en que el movimiento fue mucho mayor que cualquier otro sentido antes (claro, a excepción del 85). Mientras aún sonaba la Alerta Sísmica, llegamos a un punto en que nos fue imposible mantenernos de pie.

Recordé un video de las cámaras internas de vigilancia del sismo de Ometepec del 2012, que nos mostraron cuando me integré a la brigada; ahí vi que a la gente del décimo último piso tuvo problemas para mantenerse de pie en el momento más fuerte.

Pensé en las otras veces que estuve a cargo de la gente a mi lado, a veces hasta de un piso entero (fui suplente de jefe de piso en otro momento, en otro piso), recordé todas las instrucciones que di (las vi como si fuera un mosaico), pensé que nunca en tantos años había dado instrucciones como las que estaba a punto de dar.

Recordé que cuando vi el video del 2012 pensé que lo mejor hubiera sido decirle a la gente que se inclinara, que bajara su centro de gravedad para no caerse, para sentir menos el balanceo.

Grité la orden: "nos sentamos, nos agachamos por favor y nos cubrimos la cabeza". De los videos que vi de este sismo en otros lugares en la Ciudad de México me sorprendió la violencia con la que reaccionaron los muebles, como los cajones se abrían y cerraban, como los refrigeradores caminaban; aquí en el edificio no pasó nada de eso, únicamente las sillas sin ruedas más cercanas a las ventanas se cayeron. Aunque la gente que estaba cerca de las escaleras internas pasó un peor momento, pues todo el recubrimiento empezó a caer a grandes trozos. Más de uno pensó que en cualquier momento el edificio cedería.

Pensé en todo el peso que le retiraron al edificio desde el 2012. Fue un trabajo de años; hasta eliminaron los archivos físicos, se digitalizó todo (con un procedimiento bastante riguroso), quitaron todos los estantes metálicos, cambiaron el mobiliario y retiraron la textura que adornada el edificio 

Mientras nos inclinábamos, entre la gente, alcancé a mirar a mi esposa que me buscaba con la mirada y pensé que aquí nada iba a salir mal, pensé en todos los trabajos que le hicieron al edificio, pensé en toda la capacitación que nos dieron por años y sentí que sólo había que resistir.

Pero el movimiento seguía y grité una vez más, les dije: "Tranquilos, ¡vamos bien! Respiren". Y todavía se movió un poco más, pero fue cediendo, la energía ya había sido liberada y el edificio calmaba sus oscilaciones. Apenas terminó, sin que mediara orden, nos levantamos y nos preparamos para evacuar.

Recordé algo que nos dijo el jefe de Protección Civil de este edificio (a quién, por cierto, apenas habían corrido el pasado 15 de septiembre): cuando tuviéramos un evento así de grande, dijo que tomáramos las cosas que pudiéramos antes de evacuar, porque probablemente no regresaríamos al edificio en algún tiempo.

Entonces volví a ordenar: "los que puedan, tomen sus cosas, porque no vamos a regresar". Aquí, generalmente el procedimiento luego de un sismo, es evacuar y esperar el dictamen en el estacionamiento de un centro comercial que tenemos enfrente, y si es posible, retornar a las actividades. Pero sabía que, al igual que en el sismo del 2012, nos dejarían ir casi inmediatamente, en parte para saber de nuestras familias, y en parte porque no se sabía el estado real del edificio.

Al iniciar la evacuación fui a revisar las escaleras internas pero un compañero, al paso, me dijo que se habían caído. Aunque después supe que no había sido así, sólo se cayó todo el recubrimiento de yeso del pasillo. Gracias a que todo en el edificio son muros de tablaroca o performados fue la única evidencia visual del efecto del sismo en el edificio.


Mucha gente salió sin sus cosas, y como parte de la brigada de Protección Civil me ofrecí (previa inspección del inmueble) para regresar, junto con un pequeño equipo, a sacar las cosas de la gente. Lo que más me sorprendió fue ver la cantidad de comida sin comer en los lugares de los compañeros: hamburguesas con una mordida, tacos envueltos como floreciendo de un capullo de papel aluminio, empaques de unicel sudando una bolsa de plástico, manzanas empezando a oxidarse, yogures abiertos con una cuchara aún limpia a su lado. Así es como se ve el tiempo detenido, salvando las magnitudes, seguro así se sintió descubrir Pompeya.

El regreso a casa fue como el de todos ustedes, caminando hasta encontrar un punto en que el metro ya funcionaba. El regreso lo hice acompañado de mi jefa y mi esposa, y afortunadamente en todo el camino no vimos nada más allá de vidrios rotos y gente preocupada. Incluso al llegar a casa sólo hice el recuento de las figura caídas en mi colección, y hasta después me enteré del drama que el subsuelo y la corrupción nos habían traído desde sus profundidades.

Lo siguiente es conocido por ustedes. Los días de esa semana avanzaron lentamente, confusos y ahogados. Yo no pude salir a ayudar, mi diabetes me limita a veces, y es que necesito comida cada tantas horas; seguramente en la multitud que ayudó incansablemente no había espacio para ausentarse cada tanto, para darse un tiempo para comer y reponerse. Eso me hizo sentir fatal, tan inútil y ajeno al maremágnum de apoyo.

Cuando regresamos el siguiente lunes a la oficina varios compañeros me felicitaron y agradecieron por la labor que yo hice, me dijeron que fue muy importante como los dirigí durante esos momentos., que gracias a eso no cedieron al pánico. Eso me hace estar un poco más en paz.

Daños en Ciudad Universitaria, UNAM, fotografiados por mí.

Finalmente, les recomiendo darse una vuelta por esta publicación de Proceso, la música está para hacer catarsis: De escombros y de música

miércoles, 23 de mayo de 2018

Silencio


Desde hace un par de años prácticamente dejé de opinar en las redes sociales; mi TL en Twitter casi sólo doy RT; en Facebook me limité a compartir mis fotos de Instagram, que están compuestas de paisajes, flores y las figuras que colecciono.

Pero no me retiré, seguí leyendo a mucha gente, en Twitter estreché las cuentas que sigo, silencié algunos contactos y eliminé opinadores bárbaricos; durante la emergencia del #19s encontré muchas cuentas interesantes, la mayoría de mujeres feministas comunistas, sí, sé que suena a chiste, pero me identifiqué y radicalicé mis RT.

Tampoco apagué el switch de Facebook, pero mandé a muchos 'amigos' a la lista de contactos restringuidos y otros que ahí estaban los traje de vuelta a mi TL principal; sigo a poca gente y aumenté los feeds de noticias y sitios de mi interés.


Dejé de escribir por la oscura sospecha de que ya todo está dicho, por no querer llenar al mundo de pensamientos chatarra, las personas suelen cometer el pecado de la sinécdoque (falacias de composición y división, o falacia del mal uso de una generalización, "secundum quid") toman el todo por la parte, ven una imagen, un meme, una oración e inmediatamente tejen con su prejuicio una respuesta. Generalmente la gente vive convencida de sus cosas, y no ceden a otro punto de vista, no conciben otras realidades; al final, el diálogo es un animal mitológico que, aparentemente, sólo conocieron los griegos.

Además, nunca he sido bueno opinando a bote pronto, prefiero dedicar un tiempo a desarrollar mi postura, a leer un poco, a ver que opinan los demás, cómo ven el tema, desde que perspectivas lo abordan, busco, ante todo, la empatía, el saber que sucede del otro lado. He encontrado gente que tiene opiniones bastante logradas, cimentadas, instruidas, que son capaces de desarrollar una argumentación plausible en muy poco tiempo, en cierto modo me gustaría poder expresarme de ese modo, y por otro lado, creo que no tendría el tiempo, ni las fuerzas, para mantener el ritmo de la opinión.


Pero además, la gente es muy celosa de su pensamiento, pareciera que a la postre, todo discurso no deja de ser una auto afirmación, un auto convencimiento, y un día me pregunté, ¿vale la pena hablar, denunciar, increpar, señalar, buscar el diálogo o solamente quedaba callar ante las falacias y el odio?

En aquel entonces concluí que sí valía la pena, que no hay que dejar que crezca la masa de odio, de barbarie y discriminación; que no sólo es justo, sino necesario señalar las cosas con su nombre. Y aunque muy poca gente me sigue en las redes sociales o el blog, consideré inevitable mantener la queja, sobre todo luego de leer el artículo "La domesticación del no te quejes"; callarse sería rendirse al estado de las cosas.


Y, sin embargo, no cambié sustancialmente mi conducta, porque decidí que mi papel no era el del altoparlante. Igual no hablé, pero retransmití algún mensaje aquí y allá, le abrí camino al análisis, ideas o sentimientos que me parecieron pertinentes. El tiempo no es intercambiable y por eso preferí pasarlo con mi familia y no urgirme a "crear"; y me concentré en el trabajo, en correr, en cocinar.

¿Es esto la superioridad moral hablando desde mi privilegio?, "yo ya le entendí al mundo y no necesito explicarles, háganse bolas ustedes solos" No, quizá no, ¿pero cómo poder saber con certeza estas cosas? No sé desde donde les hablo, no sé si esto fue una especie de satori, o simplemente es la depresión (desde mi diagnóstico de diabetes la padezco y va y viene como la marea) que languidece todo esfuerzo, toda intentona de expresión.

Llevaba algún tiempo queriendo escribir esto, pero renunciaba cada tanto porque no dejaba de parecerme una contradicción, una traición, escribir para decir que no quiero escribir no deja de parecerme una falacia, un capricho, una manera burda de llamar la atención.

También queda la posibilidad que la denuncia, que la confesión, valga para conjurar este silencio.






Falacias de composición y división: Cuando se atribuye a un conjunto cosas que solamente son ciertas en las partes. Es llegar a decir que como todos los componentes son buenos (o malos), el conjunto ha de ser bueno (o malo)

Falacia del mal uso de una generalización, "secundum quid". Cuando se infiere una conclusión general a partir de una prueba insuficiente.​ Es una generalización apresurada.

Sinécdoque. Figura retórica de pensamiento que consiste en designar una cosa con el nombre de otra con la que existe una relación de inclusión, por lo que puede utilizarse, básicamente, el nombre del todo por la parte o la parte por el todo.

Satori. Término japonés que designa la iluminación en el budismo zen.



Derivado de lo que explico arriba tenía poco más de un año que no publicaba nada en este blog, y por poco el de Transformers se queda igual. Tengo una lista de mil borradores, hace poco la revisé y encontré varios post sorprendentemente casi terminados, digo esto porque tenía la impresión que no había escrito mucho. Supongo que este es el regreso del blog, así que ya los iré publicando poco a poco.



viernes, 28 de abril de 2017

Soy diabetico

Exactamente hoy, hace tres años, me diagnosticaron diabetes tipo II.

  • No, no soy insulinodependiente.
  • No, tampoco estoy obeso.
  • No, no estoy perdiendo una pata, ni se me está gangrenando una mano.
  • No, tampoco estoy dializado.
  • No, no me dio porque me la pasara comiendo papitas y bebiendo coca.
  • No, no fue porque me la pasara echado sin hacer nada.
  • No, no fue por un susto.

Pensé mucho tiempo si debía hacer esto público. La principal razón para no hacerlo es por la evidente naturaleza privada de esta situación, pero la razón para revelarlo me pareció más importante: quería que el mundo supiera, de primera mano, que se puede vivir bien con diabetes.

  • Enfermé por malos hábitos, combinados con herencia genética.

Estos dos factores los viven a diario millones de mexicanos, sé de varios amigos, ustedes, los que están leyendo esto, que encajan en estas dos simples características.

Tiras reactivas a dos meses del diagnostico.

México declaró una alerta epidemiológica por la diabetes porque hay mucha gente sin diagnosticar, y que no recibe atención hasta que tiene una afectación severa, hasta que llegan al hospital con problemas en el corazón, en los riñones, en los ojos o las extremidades.

  • A mi no me va a pasar, yo ni como tantas papitas, ni tomo tanta coca cola, y medio hago algo de ejercicio.

Yo pensaba más o menos igual, y no me preocupaba mucho, aunque mi madre padece de la misma enfermedad. Me decía que mientras no dejara la talla 32 no estaba mal, me decía que mientras hiciera algo de ejercicio no me iba a pasar nada, me decía que ir a comer de vez en cuando al burger king o cenar pizza no era malo.

Pero además dormía muy poco, cerca de cuatro hora; a veces no comía a mis horas, salía sin desayunar de casa, y compraba comida grasosa y dulce afuera de la oficina, mi café con azúcar, crema y galletas. Tacos de almuerzo, comida y cena en casa. No suena mal, ¿verdad?, así como ustedes, pensaba que no podía pasarme nada.

Sí, ya sé, ustedes tiene preguntas, y probablemente se han llenado de suposiciones: dirán "seguro no hacías tal o cual cosa", "ah, pero yo no tomo mi café con azúcar", "ah, pero yo no como tacos en el almuerzo".

Da miedo pensar que uno puede estar enfermo. El diagnóstico es una sentencia. La muerte, tú muerte, toma un rostro. Cuando te diagnostican, sientes a la muerte paseando dentro de ti, recorriendo tu interior, avanzando en tus venas, minando, destruyendo de a poco tus órganos.

Sabes que eventualmente tu cuerpo dejará de producir insulina, sabes que eventualmente la glucosa dañará desde dentro tus órganos. ¿Pero no acaso a todos nos va a suceder esto, de un modo u otro?, todos vamos a morir, sí, pero no queremos que nos echen a perder la fiesta.


Lo más difícil es cambiar los hábitos. Lo más difícil es desligar la idea del disfrute instantáneo, de que la comida salada y dulce es una de las máximas experiencias de la felicidad.

Negación, enojo, depresión, y eventualmente aceptación. Suena a manual, pero es el camino a seguir, aunque muchos no lo concluyen. Hay una suerte de impulso suicida en los diabéticos, consumen comida que les hace daño sabiendo exactamente las consecuencias, es como consumir a sorbos la muerte.

Las etapas no son definitivas, no es como cruzar una puerta, a veces vuelven, a veces te olvidas que existieron. Hace tres años empezó el principio de un camino que cambió todo en mi vida. Al principio fue horrendo, hoy las cosas son muy diferentes, cada día me siento (y estoy) más ligero.

Las medidas de mi glucosa son casi como las de una persona normal, al menos desde hace medio año no paso de los 150. Hay gente que vive su diabetes en niveles de 350 y no siente nada hasta que un día falla la vista, o los riñones, o todo al mismo tiempo.

Sé que no siempre voy a estar en este momento óptimo, algún no podré detener el deterioro, algún día quizá me quede ciego, o se me pudra un dedo. Pero por ahora no cejaré.

Necesitaba decir todo esto, debía mostrarlo, porque de este modo, termino por incorporar la enfermedad a mi vida, deja de ser un secreto mío y de unos pocos amigos y familiares. Acepto la diabetes, pero ella no es mi amiga, ni mi guía.

Esta fue la medida en ayunas de hoy. ¡Excelente!

lunes, 24 de abril de 2017

Los libros que leí en el 2016

No sólo me gusta leer, sino que es un hábito, tengo que andar siempre con un libro, y cuando no lo llevo, me siento raro, sobre todo si viajo en metro. Y aunque he leído un par de libros en el celular, no se me hace cómodo, necesito el libro físico. Sin embargo no me considero un Lector, ni mucho menos un Intelectual, no todo lo que leo lo retengo, a veces olvido libros enteros, pero queda algo, una emoción, un simple dato, una anécdota.

Por esto y otras razones, nunca he llevado la cuenta de cuántos libros leo al año. Alguna vez me hicieron la pregunta, un tanto para provocarme, en el sentido de reto, como para dejar en claro una especie de superioridad moral, pero aunque he leído libros desde los cinco años, nunca he contado la cantidad de los que he leído.

Hubo años en que devoré libros, sobre todo durante el bachillerato, o quizá durante mi efímero paso por la Facultad de Filosofía y Letras; por otra parte, también tuve un largo período en que casi no leí (acaso revistas de arqueología mexicana), también incurro mucho en la relectura, hay libros que cada año leo un par de veces.

El caso es que el año pasado finalmente decidí contar cuántos libros podía leer en un año, sin ningún afán presuntuoso, sin embargo, el sólo manifestar la intención levantó una que otra pulla, ya saben, se siente enfrentados, como si la lectura fuera garantía de inteligencia o comprensión, hay cantidad de gente que lee mucho más que yo y no por eso han dejado de ser unos perfectos imbéciles.

Sé, que la sola intención de hacerlo también llevaba un falseo, porque seguramente, conscientemente o no, intentaría leer bastante, como sea, me animé, y a mediados del año pasado esbocé este proyecto en el post Yo leo, y además escribí un pendiente que quería hacer desde años: Los tres libros que marcaron mi vida, Pero ahora, finalmente, y gracias a que ayer fue el #DíaInternacionalDelLibro me animé a escribir este post.


Sólo para fines estadísticos... nunca he llevado la cuenta de lo que leo en un año, tampoco recuerdo que libros, pero este año llevaré el registro en Instagram, he descubierto que es una forma muy práctica de llevar el recuento.

Las fotos que acompaña salieron de mi cuenta de Instagram, y los comentarios que la acompañan han sido levemente editados, sólo con el fin de dar más claridad, como ya se vio arriba, van en otro color de texto.


99 años de #JuanRulfo

En el 2016 no leí ningún libro de Rulfo, pero decidí mencionarlo en el post por dos razones, la primera, es porque el año pasado Juan Rulfo habría cumplido 99 años, y porque sirve para mostrar otro de mis hábitos de lectura: a veces me topo con un autor y tengo que leer todo lo que pueda de él, entonces destino todo mi tiempo de lectura recreativa a esto, indago bibliografía, consigo libros, sondeo opiniones... hasta que otra cosa llama mi atención.


Este año me propuse registrar los libros que voy leyendo, sólo con el propósito de descubrir cuántos son, pues aunque toda mi vida siempre he estado leyendo algo, nunca antes había llevado la cuenta. Y no, no se trata de presumir.  Ahora que casi llegamos a la mitad del año me voy a proponer además otra cosa: listar los libros que quiero leer en los próximos seis meses. Pero eso será tema de otra foto.

En el 2015 leí durante varios meses lo que pude de Juan Rulfo, en cambio, en el 2016 el autor que seguí fue Jack Kerouac, aunque en realidad fueron relecturas, gracias a la edición de Anagrama que compila tres de sus mejores libros, y aunque tenía otros volúmenes en la biblioteca personal, decidí concluir el ciclo con Tristessa, una novelita que se desarrolla en un México subterráneo, de ahí, hilé otro libro que siempre había tenido pendiente: La región más transparente. Como en la secundaria leí algo de Carlos Fuentes que me no produjo ningún interés, durante años evadí su lectura, no me arrepiento, pero el clásico que leí de él me dejó profundamente satisfecho. El libro de Tacubaya fue un agradable paseo por el desarrollo histórico de esta región, que aunque nunca he vivido en ella, y no conozco del todo bien, le tengo un aprecio significativo.


Y... estos son los libros que quiero leer antes de que termine el 2016 😅😅😅
¿Ya vieron la figura Lego al centro?, ¡son libros inmensos! 😅😅😅😧😧😧

Lo que no había confesado desde el principio, es que parte de la motivación de llevar la cuenta de los libros leídos, es que a finales del 2015 había hecho una lista de pendientes de lectura, y al llegar a la mitad del año, la revisé y quise dejar constancia de los pendientes, un poco para obligarme a cumplirlos. Spoiler alert: no lo logré. De los libros mostrados arriba sólo avancé en el tomo de El Metro, llevo la mitad, probablemente, pero es que su tamaño no lo hace tan práctico. De los demás... creo que ni siquiera los saqué del librero después de la foto.


Dos libritos más para la cuenta anual.

Arlt es uno de esos escritores que, para los lectores no argentinos, se conocen vía Julio Cortázar. Muchas veces mencionado en su obra crítica y en su literatura, siempre lo había dejado pasar, hasta que encontré ese volumen en una de esas ediciones que se venden en el Sanborns. El otro libro fue un regalo de mi chinita (no, no es oriental, es de cabello rizado), aunque originalmente me había comprado otro tomo de poesía de la editorial Hiperión que yo escogí, pero, por error, seleccioné uno que ya tenía (sólo que la tapa era de otro color), en fin, que tuve que regresar a la librería, subrepticiamente, para corregir mi error.


Estos fueron los dos libros que leí en septiembre. La antología de Valdemar es excelente y creo que ahí están dos de los mejores cuentos de terror que he leído. El Fahrenheit 451 es uno de los libros más bellos que he leído, nunca esperé que fuera así y al final me ha dejado pensando un montón de cosas.

Alguna vez un jefe me dijo "es que tú no sabes lo que todos saben, pero sabes lo que otros no saben", y aunque todavía no defino si eso fue un insulto o un halago, sucede con mis lecturas que paso de los libros que deben leerse. Honestamente no sé si es un afán de ser diferente o qué. El caso es que este año decidí leer el clásico Faherenheit 451 y quedé asombrado de la belleza y terrible actualidad de sus metáforas, es uno de esos libros que dan ganas de gritar a la gente que lo lean para salvar al mundo de su debacle. Sobre el tomo de la editorial Valdemar, sólo diré que contiene los mejores cuentos de terror que he leído y eso sí, dejen que me envanezca un poco, he leído muchos cuentos de terror.


Para el registro de los libros que he leído en esto año. Dos clásicos que apenas me animé a leer.

Ya instalado cómodamente en los clásicos, continué con otro de Bradbury, que disfruté mucho, sobre todo el de Usher II, por todas las referencias, no sólo a la obra de Poe, sino de la literatura de terror en general. La Naranja Mecánica era un tomo que tenía desde mis tiempos de la librería El Parnaso, lo compré, además del interés natural, porque era una edición bastante decente, como solía hacerlas editorial Minotauro. Aunque ha estado en el librero desde hace más de una década, no lo había leído hasta ahora, eso sí, años atrás lo intenté un par de veces, pero el Nadsat era una fuerte barrera, al final (como me imagino que a todo mundo le ha pasado) uno empieza a cambiar las palabras mentalmente.


Estos fueron los dos libros de octubre. Prácticamente todo el mes estuve con el de Trainspotting, básicamente porque no podía con la traducción... El de Batallas, fue una relectura, sólo por gusto.

A veces alguna cosa me recuerda un libro, lo tomo del librero y vuelvo a leerlo, esto se torna más fácil cuando se trata de un bocado como el tomo de Pacheco, claro, no por su tamaño implica que no habrá de ahondar todavía más eso que nos produce su lectura. Sobre el Trainspotting, recuerdo que cuando trabajé en El Parnaso no era tan fácil de conseguir, igual que el Fight Club, ignoro si a otras librerías llegaba con facilidad, pero en la esquina de Carrillo Puerto pocas veces se le vio. Años después, con todo el éxito consagrado, consagrada como película de una generación y gracias a que varios títulos de Anagrama se empezaron a editar en México por la editorial Colofón, ese tomo verde se pudo encontrar por todos lados. Padecí la traducción al español de España, casi desisto de su lectura, pero me aferré y cuando lo concluí volví a ver la película, y apenas a los dos días de esto se liberó el trailer de Trainspotting 2. Oh, la nostalgia.


Y estos fueron los dos libros que leí durante noviembre. Creí que iba a tardar mucho más, pero gracias que salí con mi chinita a leer durante largas horas en cafés de Coyoacán es que avance bastante.Terminé el libro de Cortázar en un momento particular... al final abunda sobre la problemática latinoamericana y la responsabilidad de crear al hombre nuevo... el viernes en la noche nos enteramos de la muerte de Castro, y con ello, pareciera, que recuperamos, súbitamente, el interés, la urgencia por hacer algo, por despertar de ese sueño y reconocer que, a pesar de las décadas, la libertad en nuestros países sigue siendo una mala mentira.

No tengo nada más que agregar sobre el libro de Cortázar, quizá que es un tema que sigo trabajando en la cabeza y algo de eso me gustaría verlo en este diminuto blog, en esta mi isla desierta, escrita para mí (aunque es agradable encontrar de pronto alguna huella en la arena de la playa).


Finalmente terminé la trilogía en cinco partes y el añadido de la Guía del Autoestopista Galáctico. Hasta luego y gracias por el pescado. 🙋 #thehitchhikersguidetothegalaxy

No sé cuando, quizá en el 2015 terminé la trilogía en cinco partes de Douglas Adams, pero, como muchos, quedé triste por el final, tan fatal, que a ratos se vuelve amargo en el recuerdo (como la vida misma). Pero cuando me enteré que existía una continuidad consentida por los herederos y vislumbrada por el propio Adams, decidí buscar el tomo. Algunas veces, comprando libros, había preguntado por él pero no lo tenían en existencia, finalmente un día lo encontré y pude conocer la continuidad... creí que iba a ser algo forzado, que se notaría el palimpsesto, pero no, resulta muy natural, hilarante y profundo (sin intentar serlo, justo como el espíritu original de la obra), y aunque el final es también un poco amargo, salda, sin duda, la vida y aventuras de Arthur Dent.

Entonces, ¿cuántos libros leí en un año? Si consideramos solamente los tomos, en total serían dieciocho, pero si tomamos en cuenta que uno de ellos contenía tres obras, podrían ser 20.

Ficción

  • La desconocida del mar y otros textos recuperados de Francisco Tario
  • La región más transparente de Carlos Fuentes
  • Las batallas en el desierto de Jose Emilio Pacheco
  • Nueva antología personal de Jorge Luis Borges
  • El juguete rabioso de Roberto Arlt
  • En el camino, Los subterráneos, Los vagabundos del Dharma y Tristessa de Jack Kerouac
  • Trainspotting de Irvine Welsh
  • La naranja mecánica de Anthony Burges
  • Fahrenheit 451 y Crónicas marcianas de Ray Bradbury
  • Y una cosa más de Eoin Colfer
  • Mares tenebrosos. Una antología de cuentos de terror del mar de Valdemar Gótica


Poesía

  • Haikús zen de Natsume Sôseki
  • El rocío del loto de Ryôkan y Teishin


Ensayo

  • Tacubaya, de suburbio veraniego a ciudad
  • Clases de literatura. Berkley, 1980 de Julio Cortázar


Otros

  • Sexo. A que sabe la Reina de Jis
Aunque este último dudé si contabilizarlo, más que nada porque es un libro de monos, pero no por ello es algo que se pueda hojear en cinco minutos, sin embargo, tomando en cuenta esta consideración, debería anotar los cómics que leí. Por ahora lo dejo así, más que nada porque salió en la foto.

Hay otra categoría, los que no pude terminar. Al final no pude terminar el año con el último libro que empecé, y no sólo eso, sino que tampoco pude terminar el libro, no pude. El tomo de cuentos Completos de Juan Carlos Onetti no está hecho para la lectura en el transporte público. Y a principios de 2017 intenté con Henry Miller y también tuve que dejarlo. Simplemente no conecté con ellos.

Los abandonados

  • Trópico de Cáncer de Henry Miller
  • Cuentos Completos de Juan Carlos Onetti


En este año, quizá porque ya no llevé la cuenta, quizá porque leí mucho el año pasado, apenas y he tomado algún libro, aunque he leído algunos artículos de la revista Arqueología Mexicana y notas para exámenes pendientes, ah, claro, y también he continuado con el volumen de El Metro.


  • Seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello
  • Geografía crítica. La valorización del espacio de Antonios Carlos Robert Moraes y Wenderley Messia da Costa




Ya sé que la pregunta es harto presuntuosa, por no decir mamona, pero, ¿y usted, cuántos libros leyó el año pasado?, ¿cuántos lleva este año?



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