He viajado en transporte público desde que tenía diez o nueve años, y desde los once lo hice completamente solo; han sido poco más de veinticinco años moviéndome en tren ligero, microbús, peseras, chimecos, Ruta Cien, taxi, RTP, combis, metrobús y metro, sobre todo en metro. He sido todo tipo de usuario del metro, de joven, viaje recargado en los tubos, junto a la puerta; dormí sentado en el suelo, en una esquina; también dormí recargado al fondo, colgando de la escalera de emergencia que está al fondo de los vagones; fingí estar dormido, o concentrado, para no ceder mi asiento; y, por supuesto, tuve al menos un
qué me ves con algún usuario.
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Foto propia. |
También leí mucho, mucho en el metro, pasé horas viajando leyendo haikus, hasta llegar a comprender un par desde el japonés directo; alguna vez necesité leer una cantidad inmensa de fotocopias para un examen, el único lugar en que me pude concentrar, fue en los andenes del metro; también recorrí la Línea Cuatro dos veces, sólo por el placer de ver el paisaje y mirar a la gente; un día viajé con fiebre, y una señora anciana me levantó del asiento, me paré y seguí mis dolencias, recargado en cualquier lugar y ella lo notó pero no pasó nada.
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Desde el paradero del metro Constitución de 1917, vista hacia la Sierra de
Santa Catarina. Foto propia. |
Una vez en Tacubaya rocé apenas el hombro de un señor, un viejo dandy, hombre moreno, de nariz ancha, cuerpo macizo pero bajo, lentes negros, vestía un viejo traje gris, como judicial sacado del
complot mongol; me miró y quería bronca, pero no se la di, no le devolví la mirada, pero tampoco hurté el cuerpo.
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Avenida Ermita. Foto propia. |
La frase '
¿vas a bajar?' es una mutación pasivo-agresiva del '
¿me da permiso, por favor?', un día no la toleré e ignoré a un tipo que la soltó detrás mío, en un vagón poco lleno, yo estando frente a la puerta, cerrando la mochila, claramente alistado mi descenso, y llegando a la estación me empujó, y no devolví la agresión, pero sí volteé y sujete su puño, y le dije, a voz en cuello, que su expresión verbal no era correcta.
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Paradero del metro Constitución de 1917. Foto propia. |
Hace años unos leí una nota sobre la muerte de un joven a manos de otro, en el estacionamiento de una plaza comercial con antros, la agresión se dio sólo porque se quedaron viendo, el joven asesinado sólo dijo
¿qué me ves? Indudablemente, la ciudad cambió en veinticinco años, se hizo más caliente, más bárbara.
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Foto: El Universal. |
La semana pasada me encontré con una nota en
El Universal, un hombre, especialista en marketing, empezó a usar una macana retráctil, luego de que su novia fuera agredida sexualmente. Palabras más, palabras menos, dice:
"Es para mi seguridad personal, nunca lo uso para agredir. Me muevo todo el día en Metro y Metrobús y entonces me he dado cuenta que la gente está muy estresada, si vez a alguien y que cree que lo miraste feo ya te quiere golpear, por cualquier cosa te quieren agredir, pero en cuanto ven que en un segundo sacas el bastón, de inmediato se echan para atrás y así termina el conflicto".
Entre las lecturas que realicé en esos veinticinco años de viaje están las relativas a mi estudio del budismo; no soy ningún iluminado, y a veces ni practicante me considero, pero algo he aprendido. El noble óctuple sendero se puede considera como la vía para llegar a la iluminación, son las enseñanzas fundamentales, digamos, las reglas básicas. Uno de los puntos es el Actuar Correcto. El Actuar Correcto es también el No Actuar.
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Estación Chabacano, Línea 9. Foto propia. |
A través de estos veinticinco años cambié como usuario, influenciado, sobre todo, por el noble óctuple sendero. Mantengo el pensamiento correcto para no llenarme de odio hacia mis semejantes y para darme cuenta que si viajo junto a la puerta interrumpo el tránsito de todos; mantengo la atención correcta para saber cuando sí puedo caminar rápido, cuando es prudente esperar o dejar pasar; mantengo el habla correcta para comunicarme clara y amablemente.
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Insurgentes Sur desde el puente peatonal de Ciudad Universitaria. Foto propia. |
Pero sobre todo mantengo el actuar correcto cuando alguien me empuja o busca bronca, ahí aplico el no actuar. Existe una popular
historia del budismo que se resume en la pregunta
¿si te dan un regalo y tú no lo aceptas, a quién le pertenece? Eso hago con la violencia que me encuentro en la calle, simplemente no la acepto, no la alimento y regreso.
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Interior de un vagón del metro, Línea 3. Foto propia |
Pero no quiero caer en una falsa superioridad, hay que aprender a mirar con compasión. Ese hombre del bastón retráctil está herido y asustado, quizás yo también lo estaría si hubieran lastimado a la persona que amo. Hace unos días, una chica, al entrar al vagón, hizo un pequeño estrépito, se cruzó a empujones en medio de todos y soltó un codazo al aire que pasó a centímetros de mi nariz. Comprendí que llevaba prisa, igual que yo, igual que los millones de personas que nos movemos en las mañanas para llegar a trabajar.
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Visto desde Rojo Gómez, plaza oriente. Foto propia. |
Todos vamos al mismo lugar, a hacer lo necesario para mantener este mundo andando, deberíamos practicar la atención correcta, y descubrir que todos vamos en el mismo río, que, al menos entre nosotros, no debería haber violencia.
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