En ese entonces tenía yo cuatro años y estaba a unos días de cumplir los cinco, por tanto todavía iba en el kinder. Estaba yo preparándome para salir ya, me estaba peinando mientras mi madre peinaba a mi hermana.
De pronto las puertas se abrían y cerraban, aún las que tenían el cerrojo puesto, las ventanas se azotaban y los vidrios parecían de goma. El ruido era indescriptible.
¿Qué hacía yo? Intentaba rezar, ¡pero no podía!, no pasaba del inicio del Padre Nuestro; repetía una y otra vez padre nuestro, padre nuestro, padre nuestro...
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| Imagen tomada de Orcato |
Por suerte la casa en la que vivía en Nezahualcoyotl no sufrió daños, pero si muchas delgadas líneas de cuarteaduras. En la calle se veían rejas tiradas, mucho polvo y un silencio sepulcral en toda la colonia. Yo no vi los grandes desastres más que por la televisión, pero entendía la gravedad del problema.
No tuvimos agua por más de una semana, y en una ocasión casi golpean a mi madre por un tonto error. Yo todavía no puedo dejar de enmudecer un instante en las mañanas mientras en los noticieros al uso rememoran este día, mientras yo me preparo para salir, mientras me peino.
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