Imagen tomada de aquí. |
Súshima
Piel de carnaval,
organza y canela
Nubes blancas sin fin
en la tranquila tarde un domingo
lluvioso
y la comida fue una tregua en la
batalla de la vida
el pan de cáscara dorada y el
pollo frito y jugoso. La gaseosa fría, refrescante; yo siempre sacaba los vasos
de vidrio con flores pintadas y servía a tus padres. Realmente me gustaba
sentirme útil y seguro de haber ganado mi comida; como un día me gritaste que
debía hacerlo.
La calle estaba limpia gracias a una ligera llovizna, la gente no se veía fatigada. Era un apacible domingo. Viajamos en minibús unas pocas cuadras hacia arriba, sobre la loma que en que vivías, aunque ya no recuerdo para qué. Yo estaba recién bañado y el perfume que me habías aplicado me daba serenidad. Tú siempre te veías limpia; recuerdo bien tu cintura y la forma de tus senos bajo ese sweater negro. Siempre me gustó como te veías con ropa de ese color.
La calle estaba limpia gracias a una ligera llovizna, la gente no se veía fatigada. Era un apacible domingo. Viajamos en minibús unas pocas cuadras hacia arriba, sobre la loma que en que vivías, aunque ya no recuerdo para qué. Yo estaba recién bañado y el perfume que me habías aplicado me daba serenidad. Tú siempre te veías limpia; recuerdo bien tu cintura y la forma de tus senos bajo ese sweater negro. Siempre me gustó como te veías con ropa de ese color.
Súshima. Organiza y clavicordios.
La saeta de tu ira me rompió. Como si una mítica arquera disparara sobre un
joven tronco de pino.
Tú, monstruo de hervores y
piñones. Tú fuiste mi rival, éramos guerreros en lucha mentida.
Yo fabriqué el puño en tu mano
débil para que enfrentaras al mundo.
Y luego tu puño se irguió contra
mí.
Al final, siempre coronabas una tarde apacible con incomprensibles y absurdas recriminaciones sobre cualquier cosa, pero si andabas con humor de sicario, te ponías a disposición de tu ama, la Neurosis, y no te detenías hasta ver de mis ojos tristes brotar lagrimas que rogaban compasión.
Al final, siempre coronabas una tarde apacible con incomprensibles y absurdas recriminaciones sobre cualquier cosa, pero si andabas con humor de sicario, te ponías a disposición de tu ama, la Neurosis, y no te detenías hasta ver de mis ojos tristes brotar lagrimas que rogaban compasión.
Todo en ese entonces andaba tan
bien para mí que bastaba que pasaras tu mano sobre mis mejillas húmedas, para
recoger el pago que exigía tu ama.
Yo era como un chiquilín que es
perdonado de un castigo bárbaro por algo que no hizo con dulces y juguetes.
Me iba de tu casa, ya en la noche, con una sonrisa de perro agradecido, bajaba por esas calles empinadas, con las baldosas aún húmedas, o tal vez llovía de nueva cuenta. Y no me importaba empaparme, creía que con tu pensamiento tú me protegías
Me iba de tu casa, ya en la noche, con una sonrisa de perro agradecido, bajaba por esas calles empinadas, con las baldosas aún húmedas, o tal vez llovía de nueva cuenta. Y no me importaba empaparme, creía que con tu pensamiento tú me protegías
¿Como evitar que con ese proceder
nuestro no llegáramos a odiarnos?
Pero era feliz por verte en el
baño, mientras peinabas tu cabello, mientras dormías o me dominabas con tu
cuerpo.
Era feliz como único recurso a evitar sucumbir.
Era feliz como único recurso a evitar sucumbir.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Muchas gracias por comentar.