domingo, 7 de octubre de 2007

El Señor Chiquito contra los filósofos presocráticos, postsocráticos y todos los demás también.



Advertencia. Este post es inusualmente largo para un señor tan
chiquito como yo, además está escrito en un tono paródico.

Hace mucho tiempo, cuando tenía dieciséis años, operó un cambio prodigioso en mí; digo yo, que nací, desperté a otro mundo. Pero no se aterren, no describiré ese cambio, eso es tarea de mis biógrafos. Finalmente, sin saber a ciencia cierta cómo, devine en gurú vía Platón; era yo un niño, un pequeño abusando de la mayéutica. Aprendí tan bien el truquito que venían jóvenes desde otros grupos para verse enfrentados a una serie de preguntas denunciatorias, aclaradoras, arrolladoras. Simple alquimia de secundaria.
Esos fueron los primeros años, con mucho Platón; recuerdo particularmente como me resolví a amar profundamente a una mujer gracias a él, las consecuencias de esto fueron funestas y aún hoy día he llegado a lamentarlas.
Después hubo un periodo en el que me formé, orgullosamente, como todo un sofista, leí a el Cratilo, Ciceron, el Grupo M: y rematé con Helena Beristaín, no había tema ajeno para mi, siempre podía expresar algo, con coherencia y tino portentoso, pero al fin, un simple sofista.
Así estuve hasta los dieciocho años, momento en el que me encontré con Rayuela de Julio Cortazar, la hecatombe mental fue evidente. Hasta hoy día, cada que abro el libro me salta un argumento como si se tratara de un conejo feroz, para mi el libro sigue vivo.
Luego me resentí con la filosofía por aquel viejo adagio del facta non verba, y yo realmente no encontraba mucha acción en la filosofía, para ese entonces yo estaba medio amargado, fueron esos años cuando conocí a Livi, a ella le debo el nick señor chiquito dado, precisamente, por la actitud prematuramente apesadumbrada, escéptica y descalificadora a cuanto tema se osara a parar frente a mi.
En el CCH pude escoger la materia de Filosofía pero en su lugar lleve Griego (más sofistas) y renuncié a las disquisiciones sobre lo que es real; esos fueron los años del Castenidismo, llevado a lugares impensables, nunca comí peyote pero ni falta que me hizo, mis ensoñaciones me produjeron traumas que aún hoy día me hacen temblar el ojo de vez en vez; claro que Castaneda es absolutamente criticable, pero no habrá de negarse que los primeros libros son un sabroso tutti fruti de filosofías orientales y esas cosas liberadoras.
A luego entonces yo rompí definitivamente con Sofía y sus cuates, incluso recuerdo la mirada reprobatoria con la que enjuicié a Livi cuando me hizo participe de su decisión académica, ella sería toda un seria filosofa.
Después la vida me llevo a un vorágine de cosas que me obligaron reestructurar el mundo mío, de ello escribí algunas cosas, las cuales, hoy cito, esto corresponde de mis 23 a mis 24 años. A saber:

“Tengo el derecho universal de escribir esto que siento. No tengo que respetar filosofías establecidas. Mi derecho nace simplemente porque existo y tengo la posibilidad de pensar mi existencia, y la del mundo en la que vivo. Yo no tengo miedo de contradecir a Platones o Aristóteles. Soy un humano con conciencia que piensa su propio momento.”

“Yo no leo filosofía, yo la hago; inocentemente, pero la hago, sin grandes escuelas o grandes maestros que no llevan más que a repetir la gran, la enorme burrada en la que nos hemos metido. Sólo se que sería horrible que el ser humano no diera más, sería triste que no fuera más allá de donde estamos; ya ven que en Europa en el siglo XVI creían que estábamos sobre dos tortugas enormes y nada más, y resulta que…, bueno ya lo saben. Dudemos, indaguemos todo. No cierres los ojos ni ante la paleta de caramelo que chupas, ni ante la correa de tus zapatos, ni ante las notas de la música; detrás de todo esto una gran espíritu humano, todo tiene sentido. Pero mucho menos cierres los ojos a la injusticia, a la explotación de las clases, a la cordura de la lucha, a las necesidades de la humanidad. Si ves más allá de esto, serás capaz de ver la tragedia, la lucha diaria, la obligación de conquistar la conciencia humana.”

Ergo, un día, en una fiesta en la casa de Livi, conocí al hombre que compartía departamento con Pavel, el alcohol y otras circunstancias me impiden recordar su nombre, el caso es que me pregunta a quemarropa: “¿Por qué tiene usted esa actitud tan docta?”, yo lo pensé unos segundos y la cerveza empujó las siguientes palabras: “Digamos que soy un ser que sabe muchas cosas e ignora muchas mas” Pero mi respuesta solo escondía una cosa: mi absoluta incapacidad para entender lo que se estaba discutiendo, ni siquiera una vaga referencia me esclarecía el asunto, las explosiones de risas eran absolutamente injustificadas, mi respuesta era una mera defensa. A esas alturas la filosofía me parecía pura calistenia pura, puro ejercicio mental, una mera chaqueta, pues. Sin embargo no dejaba de pasar por mi mejilla un suave guante blanco cada que intentaba entender algo.
Luego me volví budista, pero eso también será tarea de mis biógrafos. Ahora empieza la conclusión.
Efectivamente, se muchas cosas, bobas e insignificantes tal vez, por ejemplo ¿a quién le interesa saber los nombres de los huesos del Tricetops Harckeri?, ¿o haberse leído los ocho clásicos de la literatura japonesa?, ¿conocer el contexto sociológico de la cacería mutante en la saga de los X-Men?, ¿identificar piezas arqueológicas a simple vista y ubicarles geográfica y temporalmente?
Basta, no seguiré este ridículo catalogo carente de modestia. La pregunta final es ¿de qué me sirve saber si no siento que al paso de los años sea yo diferente, no se, más feliz o algo así?
Creo que no debí darle la espalda a la filosofía, no se que tiene que ver la gimnasia con la magnesia pero hay algo que me llama, que me dice que por ahí anda el topo.

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