martes, 2 de octubre de 2018

El 68 en el 99.

En 1999, durante la huelga de la UNAM del CGH se conmemoraron 31 años del 1968.

Iniciamos la huelga en abril y las autoridades no cedían ni un ápice, mientras, los meses se fueron acumulando, y en algún momento intuimos que su apuesta era al desgaste. Recuerdo que un día, en medio de una de las maratónicas asambleas, pensé que quizá siguiéramos en huelga para octubre, imaginé como podrían unirse ambos movimientos y qué podría resultar de esto; pero luego pensé que no estaríamos así durante casi seis meses.

Imagen tomada del blog Tierra y Libertad.

Cuando menos me di cuenta ya estábamos votando la ruta de la marcha del 2 de octubre. Tenía que ser algo apoteósico, algo especial. No podía simplemente ser la marcha normal que salía del Museo de Antropología, o del Zócalo hacia Tlatelolco. También se discutió si debía ser ahí, se habló de los peligros de hacerlo en un lugar cerrado, por un momento se hizo presente la amenaza de una nueva masacre, o de menos una fuerte represión; pero ponderó el músculo del movimiento, habíamos pasado por momentos de fortaleza y otros de abandono, ahora estábamos otra vez de subida.

Se votó en un asamblea realizada en el auditorio Che Guevara/Justo Sierra, no recuerdo exactamente cual plantel, pero sí se una preparatoria estuvo a cargo de la reunión, lo que significaba, entre otras cosas, llevar la mesa y elaborar los votos. Los votos eran hechos a mano y cada asamblea se cambiaba, esto porque al principio del movimiento existían votos oficiales, pero se extraviaron, o hubo rumores de que algunos fueron robados para impedir la votación de determinada escuela. Entonces cada escuela hacía los votos para la asamblea siguiente, totalmente artesanales, adornados con colores, tela y pintados, montados casi siempre en cartón. Los votos para esa asamblea fueron muy sencillos, pintados apenas en platos redondos de cartón desechable.

Yo estuve ahí, ya era muy de noche, quizá de madrugada (las asambleas empezaban por la tarde y terminaban casi al amanecer). Cuando finalmente se votó por la ruta de la marcha hubo platos de comida que se colaron como votos. Y es que como las asambleas eran infinitas se preparaba comida (una comida horrible, hecha por compañeras -porque claro, las mujeres eran las que cocinaban, ya ven que los movimientos sociales no están exentos de machismo-, y se servía en lo que hubiera a mano, casi siempre cosas producto de donaciones. Esa noche la cena se sirvió en platos desechables de cartón.


Ganó la ruta más larga: de la Rectoría de la UNAM a la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Se marchó el viernes 2 de octubre, partiríamos a las 14:00, y se estimaban poco menos de cuatro horas de caminata. No recuerdo con exactitud la ruta de la marcha, sé que partimos por Insurgentes y avanzamos según la policía lo indicó. No es como lo puesto en la imagen de arriba (que es una mera reconstrucción), pero las demás rutas propuestas por Google Maps igualmente alcanzan los 17 km.

La marcha empezó casi una hora después de la hora propuesta (como suele ocurrir), y a diferencia de otras, el paso fue muy apretado, no tengo el dato de cuántos fuimos (pero muchos, muchos más de los que cuenta la policía), pero éramos miles de estudiantes, maestros y trabajadores de la UNAM caminando muy rápido. Recuerdo que en algún punto alguien aventó un huevo y lastimó a un compañero en el ojo y por esto paramos varios minutos.


Por supuesto el clima social en aquellos años era distinto al de ahora. Las autoridades universitarias tomaron distancia del 68, argumentaron prudencia y trataron de deslizar que nosotros nos eramos como los buenos muchachos de esa generación masacrada; incluso hubo una marcha de los llamados antiparistas (constituida de gente cercana a la rectoría). Otras cosas no fueron muy distintas a estos tiempos, pues ese mismo año también tembló en Oaxaca, dejando más de 5 mil viviendas en ruinas.

Llegamos al atardecer al corazón de Tlatelolco. Cuando mi contingente ingresó ya había gente hablando en el templete, vecinos de la Unidad, viejos líderes del 68 y representantes de la huelga actual. Yo me había desvelado la noche anterior escribiendo algo con la intención de leerlo en el templete. Había hablado con algunos amigos y padres de familia (ellos también tuvieron su propia organización y agenda en el movimiento del 99) para ver si era posible que me dieran un par de minutos.

Es curioso como se significan las cosas con el paso del tiempo, ahora que veo este horrible escrito que hice hace 19 años veo lo malo que es. Me parece como el sonido de un mono intentando tocar la trompeta, quizá entiende que hay algo ahí pero no alcanza nunca a dibujarlo. Se los dejo aquí y sólo modifico alguna coma, elimino una redundancia y agrego alguna tilde, sólo para remediar un poco su torpeza.

Salir, buscar febrilmente el mar, caminar por el adoquinado de mar, llenar los ojos de cristales de mar. Entonces hay que saber sostener la verdad, hay que saber llevarla. Luego están las manos, llenas de líneas digitales como superficie labrada, avecindadas ahora ya al  puño que sabe apartar el fuego que escupe fuego negro.
Correr sin guardar silencio es preciso: hay que salvaguardar la solicitud exigente, y aún más la victoria; pues ser breve en la justa es sentir el corazón arrebolado de miedos e injusticias insalvables, así sólo se estaría caminando por la vereda de la claudicación. 
Estamos bajo el acecho firme de una mandrágora que lucha desquiciadamente, pero con temor, contra nosotros. Hoy asestó un golpe ebrio de odio, un golpe que pudo suspender a nuestro puño de inminente verdad. Pero este día no tuvo noche, este día no vio fin a su jornada. 
Lo que sí quedó fue la ausencia: una flor azul sobre una plaza. Entra entonces la urgente salvación, la fuerte marea que sin límites desorbita visiones, el mar embravecido, iracundo, soslayando la presencia del nuevo acechante. Pero hoy no sólo es el mar, también hoy es el viento; pero falta la tierra y el fuego para llegar a la cumbre del éter rojo, no amarillo, ni azul, ni mucho menos tricolor. 
Hoy la nueva mandrágora nos mira con más rencor y desazón, comprende que para sus fines es necesario imponer la noche en el cuerpo y el alma nuestras, sobre todo el alma, porque sabe que con el cuerpo no basta, pues nos ha matado ya, aquí mismo, tan sólo hace treinta y un segundos y hemos vuelto a caminar, somos aquí el que fuimos ayer, vemos nuevamente el rostro perdido de nuestro hermano y hermana, y vemos también al amor perdido, o aún buscado, y tenemos esta tarde la sangre que tuvimos, y el sudor es el mismo, y el deseo es el mismo, y yo, como todos ustedes cerramos el círculo descrito un dos de octubre de 1968, que es exactamente el mismo de hoy, en cuanto a empeño y lealtad a sí mismo, poblamos hoy un mundo pasado que no pierde vigencia, poblamos el mundo de hoy para estar mañana, aquí mismo, en el desafío interminable. 
Y esta tarde despunta ya la idea de mañana, sin noche para la conciencia, y ella, la intolerante mandrágora, que quiso hacernos creer que lo único que quedaba era la noche, póstuma para siempre, la pobre.

Escribí esto de madrugada, atropellándome conmigo mismo, repitiendo clichés y triste por no hallar eso que quise sentir. Lo leí ya muy de noche en la Plaza de las Tres Culturas, bajo un cielo frío y ausente; casi al final de todo, cuando ya sólo quedaban unas pocas personas oyendo, todos viejos, seguramente vecinos y antiguos estudiantes, sobrevivientes de esa otra noche.




miércoles, 19 de septiembre de 2018

La mente tiembla


La mente piensa con palabras, pero no a la velocidad del habla, en un instante pueden existir varios discursos, en medio segundo pueden brotar hasta tres pensamientos diferentes, sobre todo cuando sucede algo inaudito, como un asalto, un accidente, o un sismo...

Lo primero que pensé es que era una especie de broma, de prueba, para ver si realmente habíamos puesto atención en el simulacro; recordé un parque en Japón que tiene instalaciones que reproducen los movimientos de un sismo a distintas magnitudes, pero no, 

Lo primero que pensé, más bien sentí, fue la ironía, quién hubiera pensando que temblara con esa fuerza en el mismo día que hace 32 años, porque

Lo primero que pensé fue que no había sonado la alerta sísmica, eso quería decir que el sismo no venía de la costa, sino de tierra adentro, intraplaca, y supe en ese mismo instante que iba a ser fuerte.

Trabajo en un séptimo piso (de un edificio de diez pisos) y ahí recibí el sismo, sentado en mi lugar. El horario del almuerzo es a las 12:30 y sólo nos dan media hora, y ese día yo aproveché para ir a pagar el teléfono; regresé unos pocos minutos después del tiempo límite, como a las 13:10, me senté, puse música, avisé por Skype a mi esposa que había regresado (su lugar estaba a escasos metros de mi, pero detrás de unas mamparas) y empezó... Creo que todos recordamos ese golpeteo que venía del suelo. A veces todavía lo siento... como estoy ocho horas en el mismo sitio donde viví el 19s tengo esa sensación física muy presente. Apenas inició el movimiento ya me había puesto mi chaleco de la brigada de Protección Civil y comencé a estar a la expectativa de la gente que tenía más cerca, entre ellas, a menos de diez metros, mi esposa, a quién alcancé a mirar a los ojos en lo que la gente se resguardaba junto a las columnas.

Pensé en el sismo de Ometepec, Guerrero, del 2012, pensé en que a raíz de ese sismo le quitaron mucho, mucho peso al edificio y que desde entonces se mecía más con los temblores; cosa que no era mala, porque se opone menos al movimiento.

En esta ocasión, después del golpeteo inicial, empezó la oscilación y fue diferente, el edificio se movió como un péndulo cada vez más libre, mientras, la alerta sísmica seguía sonando, avisando de algo que ya estaba aquí.

Llegó un momento en que el movimiento fue mucho mayor que cualquier otro sentido antes (claro, a excepción del 85). Mientras aún sonaba la Alerta Sísmica, llegamos a un punto en que nos fue imposible mantenernos de pie.

Recordé un video de las cámaras internas de vigilancia del sismo de Ometepec del 2012, que nos mostraron cuando me integré a la brigada; ahí vi que a la gente del décimo último piso tuvo problemas para mantenerse de pie en el momento más fuerte.

Pensé en las otras veces que estuve a cargo de la gente a mi lado, a veces hasta de un piso entero (fui suplente de jefe de piso en otro momento, en otro piso), recordé todas las instrucciones que di (las vi como si fuera un mosaico), pensé que nunca en tantos años había dado instrucciones como las que estaba a punto de dar.

Recordé que cuando vi el video del 2012 pensé que lo mejor hubiera sido decirle a la gente que se inclinara, que bajara su centro de gravedad para no caerse, para sentir menos el balanceo.

Grité la orden: "nos sentamos, nos agachamos por favor y nos cubrimos la cabeza". De los videos que vi de este sismo en otros lugares en la Ciudad de México me sorprendió la violencia con la que reaccionaron los muebles, como los cajones se abrían y cerraban, como los refrigeradores caminaban; aquí en el edificio no pasó nada de eso, únicamente las sillas sin ruedas más cercanas a las ventanas se cayeron. Aunque la gente que estaba cerca de las escaleras internas pasó un peor momento, pues todo el recubrimiento empezó a caer a grandes trozos. Más de uno pensó que en cualquier momento el edificio cedería.

Pensé en todo el peso que le retiraron al edificio desde el 2012. Fue un trabajo de años; hasta eliminaron los archivos físicos, se digitalizó todo (con un procedimiento bastante riguroso), quitaron todos los estantes metálicos, cambiaron el mobiliario y retiraron la textura que adornada el edificio 

Mientras nos inclinábamos, entre la gente, alcancé a mirar a mi esposa que me buscaba con la mirada y pensé que aquí nada iba a salir mal, pensé en todos los trabajos que le hicieron al edificio, pensé en toda la capacitación que nos dieron por años y sentí que sólo había que resistir.

Pero el movimiento seguía y grité una vez más, les dije: "Tranquilos, ¡vamos bien! Respiren". Y todavía se movió un poco más, pero fue cediendo, la energía ya había sido liberada y el edificio calmaba sus oscilaciones. Apenas terminó, sin que mediara orden, nos levantamos y nos preparamos para evacuar.

Recordé algo que nos dijo el jefe de Protección Civil de este edificio (a quién, por cierto, apenas habían corrido el pasado 15 de septiembre): cuando tuviéramos un evento así de grande, dijo que tomáramos las cosas que pudiéramos antes de evacuar, porque probablemente no regresaríamos al edificio en algún tiempo.

Entonces volví a ordenar: "los que puedan, tomen sus cosas, porque no vamos a regresar". Aquí, generalmente el procedimiento luego de un sismo, es evacuar y esperar el dictamen en el estacionamiento de un centro comercial que tenemos enfrente, y si es posible, retornar a las actividades. Pero sabía que, al igual que en el sismo del 2012, nos dejarían ir casi inmediatamente, en parte para saber de nuestras familias, y en parte porque no se sabía el estado real del edificio.

Al iniciar la evacuación fui a revisar las escaleras internas pero un compañero, al paso, me dijo que se habían caído. Aunque después supe que no había sido así, sólo se cayó todo el recubrimiento de yeso del pasillo. Gracias a que todo en el edificio son muros de tablaroca o performados fue la única evidencia visual del efecto del sismo en el edificio.


Mucha gente salió sin sus cosas, y como parte de la brigada de Protección Civil me ofrecí (previa inspección del inmueble) para regresar, junto con un pequeño equipo, a sacar las cosas de la gente. Lo que más me sorprendió fue ver la cantidad de comida sin comer en los lugares de los compañeros: hamburguesas con una mordida, tacos envueltos como floreciendo de un capullo de papel aluminio, empaques de unicel sudando una bolsa de plástico, manzanas empezando a oxidarse, yogures abiertos con una cuchara aún limpia a su lado. Así es como se ve el tiempo detenido, salvando las magnitudes, seguro así se sintió descubrir Pompeya.

El regreso a casa fue como el de todos ustedes, caminando hasta encontrar un punto en que el metro ya funcionaba. El regreso lo hice acompañado de mi jefa y mi esposa, y afortunadamente en todo el camino no vimos nada más allá de vidrios rotos y gente preocupada. Incluso al llegar a casa sólo hice el recuento de las figura caídas en mi colección, y hasta después me enteré del drama que el subsuelo y la corrupción nos habían traído desde sus profundidades.

Lo siguiente es conocido por ustedes. Los días de esa semana avanzaron lentamente, confusos y ahogados. Yo no pude salir a ayudar, mi diabetes me limita a veces, y es que necesito comida cada tantas horas; seguramente en la multitud que ayudó incansablemente no había espacio para ausentarse cada tanto, para darse un tiempo para comer y reponerse. Eso me hizo sentir fatal, tan inútil y ajeno al maremágnum de apoyo.

Cuando regresamos el siguiente lunes a la oficina varios compañeros me felicitaron y agradecieron por la labor que yo hice, me dijeron que fue muy importante como los dirigí durante esos momentos., que gracias a eso no cedieron al pánico. Eso me hace estar un poco más en paz.

Daños en Ciudad Universitaria, UNAM, fotografiados por mí.

Finalmente, les recomiendo darse una vuelta por esta publicación de Proceso, la música está para hacer catarsis: De escombros y de música

miércoles, 23 de mayo de 2018

Silencio


Desde hace un par de años prácticamente dejé de opinar en las redes sociales; mi TL en Twitter casi sólo doy RT; en Facebook me limité a compartir mis fotos de Instagram, que están compuestas de paisajes, flores y las figuras que colecciono.

Pero no me retiré, seguí leyendo a mucha gente, en Twitter estreché las cuentas que sigo, silencié algunos contactos y eliminé opinadores bárbaricos; durante la emergencia del #19s encontré muchas cuentas interesantes, la mayoría de mujeres feministas comunistas, sí, sé que suena a chiste, pero me identifiqué y radicalicé mis RT.

Tampoco apagué el switch de Facebook, pero mandé a muchos 'amigos' a la lista de contactos restringuidos y otros que ahí estaban los traje de vuelta a mi TL principal; sigo a poca gente y aumenté los feeds de noticias y sitios de mi interés.


Dejé de escribir por la oscura sospecha de que ya todo está dicho, por no querer llenar al mundo de pensamientos chatarra, las personas suelen cometer el pecado de la sinécdoque (falacias de composición y división, o falacia del mal uso de una generalización, "secundum quid") toman el todo por la parte, ven una imagen, un meme, una oración e inmediatamente tejen con su prejuicio una respuesta. Generalmente la gente vive convencida de sus cosas, y no ceden a otro punto de vista, no conciben otras realidades; al final, el diálogo es un animal mitológico que, aparentemente, sólo conocieron los griegos.

Además, nunca he sido bueno opinando a bote pronto, prefiero dedicar un tiempo a desarrollar mi postura, a leer un poco, a ver que opinan los demás, cómo ven el tema, desde que perspectivas lo abordan, busco, ante todo, la empatía, el saber que sucede del otro lado. He encontrado gente que tiene opiniones bastante logradas, cimentadas, instruidas, que son capaces de desarrollar una argumentación plausible en muy poco tiempo, en cierto modo me gustaría poder expresarme de ese modo, y por otro lado, creo que no tendría el tiempo, ni las fuerzas, para mantener el ritmo de la opinión.


Pero además, la gente es muy celosa de su pensamiento, pareciera que a la postre, todo discurso no deja de ser una auto afirmación, un auto convencimiento, y un día me pregunté, ¿vale la pena hablar, denunciar, increpar, señalar, buscar el diálogo o solamente quedaba callar ante las falacias y el odio?

En aquel entonces concluí que sí valía la pena, que no hay que dejar que crezca la masa de odio, de barbarie y discriminación; que no sólo es justo, sino necesario señalar las cosas con su nombre. Y aunque muy poca gente me sigue en las redes sociales o el blog, consideré inevitable mantener la queja, sobre todo luego de leer el artículo "La domesticación del no te quejes"; callarse sería rendirse al estado de las cosas.


Y, sin embargo, no cambié sustancialmente mi conducta, porque decidí que mi papel no era el del altoparlante. Igual no hablé, pero retransmití algún mensaje aquí y allá, le abrí camino al análisis, ideas o sentimientos que me parecieron pertinentes. El tiempo no es intercambiable y por eso preferí pasarlo con mi familia y no urgirme a "crear"; y me concentré en el trabajo, en correr, en cocinar.

¿Es esto la superioridad moral hablando desde mi privilegio?, "yo ya le entendí al mundo y no necesito explicarles, háganse bolas ustedes solos" No, quizá no, ¿pero cómo poder saber con certeza estas cosas? No sé desde donde les hablo, no sé si esto fue una especie de satori, o simplemente es la depresión (desde mi diagnóstico de diabetes la padezco y va y viene como la marea) que languidece todo esfuerzo, toda intentona de expresión.

Llevaba algún tiempo queriendo escribir esto, pero renunciaba cada tanto porque no dejaba de parecerme una contradicción, una traición, escribir para decir que no quiero escribir no deja de parecerme una falacia, un capricho, una manera burda de llamar la atención.

También queda la posibilidad que la denuncia, que la confesión, valga para conjurar este silencio.






Falacias de composición y división: Cuando se atribuye a un conjunto cosas que solamente son ciertas en las partes. Es llegar a decir que como todos los componentes son buenos (o malos), el conjunto ha de ser bueno (o malo)

Falacia del mal uso de una generalización, "secundum quid". Cuando se infiere una conclusión general a partir de una prueba insuficiente.​ Es una generalización apresurada.

Sinécdoque. Figura retórica de pensamiento que consiste en designar una cosa con el nombre de otra con la que existe una relación de inclusión, por lo que puede utilizarse, básicamente, el nombre del todo por la parte o la parte por el todo.

Satori. Término japonés que designa la iluminación en el budismo zen.



Derivado de lo que explico arriba tenía poco más de un año que no publicaba nada en este blog, y por poco el de Transformers se queda igual. Tengo una lista de mil borradores, hace poco la revisé y encontré varios post sorprendentemente casi terminados, digo esto porque tenía la impresión que no había escrito mucho. Supongo que este es el regreso del blog, así que ya los iré publicando poco a poco.



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