viernes, 28 de octubre de 2016

¿Qué pasa cuando ves diez películas de terror sin parar?

Siempre he sido malo para la academia, mucho. En el CCH, allá por 1996, reprobé la materia de Historia Universal, y no porque fuera incapaz de memorizar fechas o hechos, sino porque no hacía los deberes. Entonces tuve que inscribir la materia en extraordinario, pero, un día antes de presentarlo, descubrí que había que resolver y entregar una guía... obvio no me presenté al examen.

Estuve arrastrando esa materia hasta que la pude inscribir en un curso sabatino. El maestro que la impartió era el típico maestro sustituto: hippiosón, cabello largo, lentes de carey, mochila y chaleco de cuero, jeans y botas.

Sí, sí vimos los temas de la materia, pero sólo los platicamos en clase, todo muy alternativo; nada más nos faltó tomar la clase afuera, sentados en el pasto... nunca dejó tarea, y para evaluarnos nos pidió un trabajo final: ver diez películas temáticas y escribir un ensayo.


Mi primer idea fue el anime. Como en aquellos años estaban en auge las convenciones de cómics, se habían vuelto accesibles muchas películas y series japonesas, y como mi gran amigo del CCH era fan de ellas, pensé que podría ser muy fácil hacer la selección, pero otro chico me ganó el tema.

Mi segunda idea, fue cine de autor. Como en aquellos años se habían puesto de moda cineastas como Krzysztof Kieślowski y Wim Wenders, por un momento pensé hacer mi trabajo sobre el Decálogo, de Kieślowski, pero el mismo profesor no me lo recomendó, estaría muy denso intentar hacer algo...




Un par de años antes, en 1993, cuando aún estaba en la secundaria, salió Jurassic Park, y con ella vino la dinomanía, si no estuvieron ahí, déjenme decirles que, de pronto, todo era dinosaurios; hubo varias exposiciones de dinosaurios robóticos (estos eran importados, luego el IPN se puso las pilas y empezó a hacer sus propios Lagartos Terribles para estas expos), ni se diga de los juguetes, y por supuesto hubo toda clase de publicaciones, cualquier revista aprovechaba el menor pretexto para poner un saurio en su portada.

Un día, saliendo de la secundaria, vi una revista que me llamó mucho la atención, pero tuve que esperar unos días para reunir el dinero y poder comprarla (¡que tiempos aquellos!). Me gustó bastante la revistilla y me hice fan, afortunadamente no fue difícil que el señor de los periódicos la llevara, así, mes a mes, empecé a entrar al mundo de Fangoria.


Se trataba de la edición española de Fangoria de USA, en ella aprendí muchas cosas de cine, de efectos especiales, de los grandes maestros del terror, del cine B, de los monstruos de la Hammer, etc... Era 1993, en internet apenas aparecía el primer visualizador gráfico de páginas web: Mosaic, el antecesor de Netscape, o sea, básicamente, la web no existía como un medio conocido, así que estas revistas eran oro puro para los que ansiábamos ñoñear.




Mi tercer idea, fue cine de terror. Como en aquellos años ya había leído varios números de Fangoria, rápidamente pude armar una lista de diez películas representativas del género para proponerlas, el profesor inmediatamente me dio luz verde.

Recapitulando, en 1997 no había internet, estaba chavo y no tenía dinero, ni expertise como para lanzarme a Tepito, además, las cintas piratas podían resultar todo un albur, casi siempre eran de mala calidad, ¿cuál era la opción?

Así es, el Videocentro fue la opción, y pues ante la oferta, la demanda tuvo que ajustarse, mi impecable lista de diez películas representativas del género se redujeron a las películas de terror que estuvieran disponibles. Pero además, tampoco tenía dinero para rentar diez cintas VHS, y es más, creo que ni te daban chance de hacer eso.

Pasó casi una semana en lo que conseguí el dinero para la inscripción al Videocentro, mientras, aproveché para revisar con que títulos contaba. Además, pregunté a un par de amigos si tenían alguna cinta de terror que pudieran prestarme. Por otro lado, yo tenía algunas películas que había grabado de la televisión (dios, ¡que tiempos aquellos!). No estoy seguro, pero quizá sólo renté unas seis películas.


Empecé a ver las películas un jueves por la tarde, pero arranqué con una mini serie: The Stand, de Stephen King, duraba algo así como seis horas, aunque ya la había visto cuando la pasaron en el canal cinco, y de donde la grabé en VHS, quería tenerla fresca para mi trabajo. Terminé de verla esa madrugada, con un intermedio para ver otra película, una corta, que también había grabado de la tele: Serial Mom, con Kathleen Turner, dirigida por John Waters.

Sé que vi dos películas de Hitchcock, una de ellas fue la clásica Psycho, y alguna otra, que, debido a la abultada cinematografía del director me hace bastante difícil reconocer cual fue.

Estoy seguro que vi The Shining, de Stanley Kubrick. También un par de películas de hombres lobo, quizá más, un de ellas fue The Howling, de Joe Dante. También vi una de las películas de serie B de la Full Moon Productions, el clásico Puppetmaster.

Por falta de películas atractivas en el Videocentro terminé por ver Scream, de Wes Craven, no quería incluirla porque, según yo, vulgarizaba mi erudito gusto (¿qué?, ¡tenía 17 años!, por suerte se me quitó lo mamoncito, verdad?), pero al final sirvió para representar el futuro del género.

Recuerdo, casi con certeza, haber visto las siete películas mencionadas, aunque, como ya dije, creo que vi una más de Hitchcock o una más de hombres lobos, y quizá, alguna clásica de los monstruos de la Universal, Frankenstein o Drácula, aunque también es posible que haya visto alguna de Fredy Krueger o Jason Voorhees. En este punto habían pasado casi tres días seguidos viendo películas de terror, desde el jueves en la tarde y hasta el sábado en la noche. Sí, antes de que se pongan a gritar 'espurio' a lo menso, obvio hice otras cosas, como comer, dormir, ir a clases y así.

Sin embargo, casi todo el sábado estuve terminando de ver las películas, pero en la noche, quise ayudar a mi madre a preparar la cena, también para distraerme un rato. Ella me pidió que picara jitomate. Fui al refrigerador y encontré la bolsa de jitomates. La saqué, quise abrirla, pero el nudo estaba muy ajustado. Tomé el cuchillo con el que iba a picar los jitomates. Levanté la bolsa de los jitomates y empecé a picarla una y otra vez. Una y otra vez.


#TrueStory, amigos, neta, neta, neta. Agarré a cuchillazos a la inocente bolsa de los jitomates... aunque sólo fueron como tres cuchilladas. Me detuve azorado y bajé el cuchillo, por fortuna nadie de la familia me había visto... me reí un poco (yo creo que de nervios), y seguí picando el jitomate, como si nada.

Al otro día me levanté muy temprano y empecé a hacer mi trabajo, ¡en máquina de escribir!, recuerdo que me apoyé en bastantes citas de Fangoria, eso sí, ninguna plagiada (pensé, me voy a ver muy tonto si me adjudico algo, va a ser muy obvio que eso no es mío), así como de un pequeño diccionario Larousse de psicología (que todavía anda en casa de mis padres). Muchas veces me he lamentado no haber sacado fotocopias del trabajo, no tanto por la posible calidad de él, sino para recordar bien esa decena de películas que me hicieron destripar esa pobre bolsa de jitomates.



miércoles, 26 de octubre de 2016

La historia de miedo más rara que me han contado.

A finales de 1997 conocí el mar por primera vez, un amigo nos invitó a mí y unos amigos. Como su familia era de la costa sur de Guerrero nos ofreció alojamiento y comida, prácticamente gratis.

Entrada a Chautengo sobre la carretera costera.

Estuvimos varios días en la localidad de Chautengo, del municipio Florencio Villarreal, Guerrero (casi llegando a Pinotepa Nacional, Oaxaca). El principal atractivo del lugar es la enorme laguna que hace contacto con mar abierto.



En aquellos años Chautengo era un pueblo pequeñísimo, prácticamente sólo tenía una calle y no contaba con infraestructura turística, ni siquiera cabañas, acaso, en semana santa, viajaban un par de camiones con turistas que acampaban sobre la playa.

Nosotros nos hospedamos en la única casa construida con tabiques y cemento, las demás eran de abobe y palma; todos ahí eran tan pobres que comían pescado diario... pues sólo bastaba con ir a la laguna y con algo de paciencia sacaban una par de peces.



Para ir a la playa, había que tomar una lancha que rodeaba toda la laguna. Uno de esos días nos quedamos hasta que oscureció y el regreso lo hicimos de noche, sólo iluminados por la luna llena. En la ciudad no somo capaces de notar la diferencia, ahí, en medio de la negra laguna, conocí la luz de luna, azul, cerosa, densa.

En ese viaje nos contaron algunas de las historias locales de miedo, ya no recuerdo todas, pero una quedó en mi mente, por lo extraña y casi ridícula, es muy sencilla:

No debes caminar solo de noche, como lo hacen los borrachos, porque se te puede aparecer un enorme coche (puerco, chancho, cerdo, etc.), sin cabeza, degollado, con zapatillas rojas de mujer, con collares y moños, y te dirá de groserías, te mentará la madre, insultará a toda tu familia, te dirá muchas cosas feas.

Así como a ustedes, esto me pareció ridículo, totalmente carente de espanto, eso sí, muy extraño, muy campirano, muy de pueblo. Nada que ver con las pesadillas de aparecidos en la urbe, ese puerco, carente de todo peligro, no tiene la amenaza mortal de un tétrico payaso, o el mudo terror de una sombra con los ojos más negros que la noche.

Finalmente llegamos a la otra orilla del lago, descendimos de la lancha y emprendimos el camino a la casa, que era un trecho como de dos kilómetros. El grupo se dividió en parejas y yo quedé hasta atrás con mi amigo, el que nos había invitado. Empezamos a comentar las historias que nos habían contado y llegamos a la de la cerda, nos burlábamos de ella cuando nos dimos cuenta que habíamos quedado un tanto rezagados del grupo, y unos metros más adelante, en una curva del camino, los dejamos de ver por un momento.

De pronto estuvimos solos, únicamente iluminados por la luna llena, con el susurro interminable del agua como fondo. Las plantas, los matorrales, parecían más vivos, conscientes, casi amenazantes. Entonces lo vimos, imaginamos lo que sería una visión así, un enorme cerdo, maloliente, sin cabeza, escurriendo sangre por el cuello, pero de pie, moviéndose y gritando groserías, con una voz como el sonido que sale de una cabeza que está siendo degollada. Diciendo maldiciones, no sólo groserías, no sólo mentadas de madre, sino blasfemias de tu vida, de tus seres queridos, de tus fallecidos; con su ropa de mujer, con sus adornos titilando, brillando.

No había una amenaza mortal, nada de correr perseguido por un payaso armado con un cuchillo, nada de quedarse seducido por un vampiro. Sólo la aparición de algo anormal, de algo asqueroso e imposible. ¿Qué harías?, nada, sólo escapar, tratar de anular, de borrar esa visión, y luego, siempre conservando el miedo de volverla a ver, apenas cayendo la tarde, sabrías que ella andaría por ahí, esperando a su siguiente víctima.

Mi amigo y yo nos dimos cuenta de todo esto y corrimos un poco para alcanzar al grupo, ellos iban platicando como si nada.

¿A usted que es lo más raro que le ha dado miedo?

Perdóoooon, es que no le manejo el photoshop!


UPDATE: el señor Usagi, en Facebook, me indicó que esta historia es muy conocida en Guerrero, se le conoce como "La cucha con zapatillas", además mencionó otras como "La gallina con pollos", "Los Chanques" y "El amigo" (el mismísimo chamuco), espero se anima a contarlas un día..

martes, 18 de octubre de 2016

Los tres libros que marcaron mi vida

En el 2011, cuando Peña Nieto todavía ni siquiera era el candidato oficial, fue a la feria del libro en Guadalajara, a presentar uno de esos libros que les escriben para presentar su visión. El caso es que en rueda de prensa, le preguntaron cuáles habían sido los tres libros que marcaron su vida. Todos sabemos qué pasó.

Respondió una serie de absurdos... y las redes sociales explotaron para hacer escarnio, pero más adelante el asunto evolucionó en otras formas, las más significativas consistieron en señalar que en México el promedio de lectura era muy bajo, que no se necesita ser intelectual para manejar un país, que los que sólo leían best sellers no tenían la calidad moral para criticar, y por último, la gente elaboró sus propias listas de tres libros.


Entonces, muchos hicieron sendas listas, que Svetlana Aleksiévich, que yo Erich Auerbach, que François-René de Chateaubriand fue fundamental en su infancia... también estuvieron los que juraron que Octavio Paz le había salvado la vida, que Benedetti les había curado el  corazón, que Sor Juana los había conmocionado a tal punto que se habían querido enclaustrar...

Pero lo que en realidad estaban haciendo era un catálogo de afinidades estéticas al momento, un auto de fe de buen gusto, y no una verdadera confesión sobre los libros que los había prefigurado, que los había cambiado, aún cuando el libro fuera algo vergonzoso. Yo por eso me reservé la diatriba, y de hecho, durante muchos años no me decidía por hacer la lista, hasta este año, una amiga lo comentó en algún lado y empecé otra vez a pensar en eso.

Desde el principio tuve muy claro uno de los libros, los otros dos tuve que pensarlos muy bien, porque, como ya dije, era muy fácil caer en los esteticismo, por ejemplo, pensé en un librito de Haiku, muy sencillo, editado por Plaza y Janes, que me regaló una novia, y aunque la poesía y literatura japonesas me gustan mucho, y hasta me animaron a estudiar japonés un tiempo, mi amor a Nippon existe desde mi más tierna infancia, cuando jugaba con mi hermana a la ceremonia del té, así que ese libro quedó fuera.

O por ejemplo, los libros de cuentos de terror. Creo que tengo una colección respetable, me gustan mucho y durante un buen tiempo me dediqué a su estudio, pero no por ello me visto de vampiro o hago jaculatorias a Cthulhu en Twitter. También pensé que podría poner el primer libro que leí, -La Isla Misteriosa de Julios Verne- aduciendo que gracias a él me atrapó la lectura, pero estaría mintiendo, la lectura me atrapó con los cómics de la Pantera Rosa.

Otro elemento a considerar es la limitante de la cantidad, es decir, la vida de un hombre no se puede reducir a sólo tres libros (bueno, en el caso de Peña Nieto, no llega ni a un libro), por supuesto que habrá muchos, muchos más que nos hayan influenciado durante nuestra vida. Eso sin entrar en las vicisitudes de considerar qué es 'influencia'. Por eso las consideraciones que tomé fueron: no incurrir en el error de poner mis libros favoritos y elegir libros cuya influencia, de algún modo, aún sea vigente.




Catálogo de la exposición México, esplendores de treinta siglos.


En 1992 se presentó la exposición México. Esplendores de Treinta Siglos en una o dos ciudades de USA, después vino a México pero incompleta (por motivos legales de posesión de las piezas). Pero afortunadamente contó con un catálogo con todas las piezas expuestas originalmente. Mis padres lo compraron vía telemercadeo, llegó protegido por plástico burbuja dentro de una caja de cartón; fue toda una ceremonia abrirlo, mi madre, mi hermana y yo lo hojeamos con detenimiento; ahí, en ese momento surgió mi pasión por las ediciones cuidadas y las fotografías soberbias de Michael Zabé, nacería también el implacable gusto por la escultura prehispánica, por el barro moldeado, pero sobre todo, por la policromía teotihuacana.

Durante mucho el tiempo el libro estaría bien cuidado, hasta que empecé a consultarlo y leerlo, un poco a escondidas, y así es como realmente aprendí historia, así es como conocí los movimientos culturales y políticos de México, entendí y ordené las culturas prehispánicas, los tiempos de la colonia, los procesos de las guerras en México, y la construcción de la identidad de México. Gracias a este libro, cuando visité otros museos, como el de San Ildefonso, el Nacional de Arte, el de Bellas Artes o el Nacional del Virreinato sabía lo que estaba mirando sin necesidad de leer las fichas.




El arte de ensoñar de Carlos Castaneda


Castaneda fue uno de esos escritores que empezaron todo el relajo del new age, aunque el primer libro se dice fruto de una investigación antropológica no es una investigación seria, y aunque hable de un linaje tolteca nada tiene que ver con la toltecayotl estudiada por la antropología y arqueología mexicana. Los libros de Carlos Castaneda son un tutti frutti de filosofías orientales, caballería medieval y chamanismo occidental de la parte norte del continente americano.

Mi gran amigo del CCH me dio a leer, en 1996, El Arte de Ensoñar, y a partir de ahí, tomé una senda que no tendría vuelta nunca. Inicié el ensueño por cuenta propia y con mucha disciplina, según las indicaciones del libro. El resultado fue desastroso... no sólo logré experimentar muchas cosas, sino que empecé a ponerme paranoico.


En aquellos años leí toda la obra de Castaneda, acuciado por una la gran duda: ¿es esto real? Por supuesto en aquellos años todavía tenía mucha inclinación a creer que esto era posible, pero todo perdía credibilidad al pensar que una gran verdad no podía estar tan expuesta. Hasta que un día, gracias al mismo amigo que me dio a leer estos libros, terminé por aceptar que todo era pura estafa, y así entré, de golpe, a un sano escepticismo.

Sin embargo quedan muchas cosas de esta literatura en mí, de hecho, buena parte de mi motor moral se debe al camino del guerrero, a la idea de ser impecable antes todo, de sólo recorrer un camino que tiene corazón. Muchas de estas ideas tienen su origen en el budismo, por eso, cuando tomé ese camino, encontré fácil resonancia con mi forma de pensar. Por último, debo reconocer otra enseñanza: que existe una realidad aparte, porque, ¿qué sentido tendría vivir esta vida sin misterios?




Rayuela de Julio Cortázar.


Hace 18 años, cuando fui a un evento de jóvenes escritores en Mazatlán, Sinaloa, un chico mayor que yo, me preguntó que autor era mi favorito, contesté que era Cortázar, y él, como mirando al horizonte, respondió -sí, estás en la edad. Por supuesto que su comentario me molestó, principalmente por la petulancia y aire de superioridad con la que habló, pero también temí que un día Cortázar dejara de decirme algo, dejara de parecerme cautivante.

Este fue el regalo del cumpleaños diecisiete de mis padres y es, quizás, uno de los libros que más he releído en mi vida. Julio Cortázar lamentablemente fue reducido, gracias a Facebook, a un escritor de frases románticas, tan trágicas que parecen de amor adolescente, borrando de golpe toda su angustia existencial, su compromiso con América Latina y la mística del realismo mágico.

Rayuela para mí fue un libro de cabecera, una especie de horitas (libro de horas); hallaba en su lectura toda clase de pasajes, de posibilidades, de propuestas... un día empecé a pintar el libro, a escribir algún haiku al borde de las hojas, empecé a crear mi propio laberinto... Hasta que, después de la fiesta de mi cumpleaños 30, olvidé el libro en un camión (aunque iba sentado sobre él -justo como Johnny Carter perdió su sax, en El Perseguidor, del mismo autor), y aunque pude regresar por él, lo dejé ir.

Todavía conservo un par de cosas de Rayuela, como el capitulo 68, que habla del cerebro y su química, ¿quién soy yo?, ¿yo o la química en mi cerebro?; también la determinación de la no acción; Talita y Traveler como arquetipo de la pareja; así como el concepto de Wong sobre la destrucción de la inteligencia y el Zen, de hecho, por esto último, es que decidí no convertirme en un intelectual, olvidar todo y mirar con ojos de ciego.




¿Y ustedes?, ya, sin poses, ni presumir, ¿cuáles fueron los libros que marcaron su vida?



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lunes, 3 de octubre de 2016

Hace dieciocho años

Con este post presento la nueva identidad del blog, que durará un año. El tema ganador fue: Dos Veces Dieciocho, propuesto por mi amiga Beli, ganando así un par de cervezas Lágrimas Negras, aunque al parecer todavía no está enterada, pero con este post se hará el aviso oficial.

No está de más explicar el concepto elegido. Matemáticamente hablando, dos veces 18, es igual a 36. Y ya que los 18 años son una edad significativa, por considerarse la mayoría de edad, símbolo de independencia y frontera de la vida adulta, cobró sentido. También me interesó el concepto propuesto que, estadísticamente hablando, los 36 años marcaban la mitad de mi vida, pero al final me pareció bastante creepy.

¿Cómo podría dar la bienvenida al cambio de concepto del blog?, después de pensarlo un poco, y por el post pasado, pensé que lo ideal era recordar lo que pasó hace dieciocho años, así que busqué en wikipedia los hechos destacados de 1998. Fue curioso leerlos, porque no recordé mucho de lo que ahí estaba... seguramente andaba muy en la pendeja por ese tiempo, quizás clavado en la lectura de libros, quizá enamorado de las muchachas, o simplemente porque no había el bombardeo de la información que hoy tenemos.

Para empezar, en aquellos años todavía no existía el internet... miento, sí existía, pero no estaba tan popularizado como ahora, apenas empezaba. Casi estoy seguro que en 1998 mis padres nos compraron la primer computadora, una pentium III de las armadas, en la recién abierta Plaza de la Computación en el centro del DF. En aquel entonces usaba como navegador Netscape, y el buscador era el Altavista.
En Menlo Park, California, dos universitarios de Stanford, Larry Page y Serguéi Brin fundan la empresa Google. En Estados Unidos, Microsoft lanza a la venta Windows 98. 

También revisé los discos editados ese año, y ninguno me dijo nada, y es que casi no escucho música contemporánea, y no, no me estoy regodeando de eso, ni tampoco lamentando, sólo señalo esto porque siempre he sido así. En 1998 yo me dedicaba a descubrir la obra de J. S. Bach, luego de haber pasado un fuerte período escuchando boleros.

Por aquel entonces entré al taller de Creación Literaria del CCH Sur, y me enfrasqué en muchas lecturas teóricas, sobre todo del grupo μ, así como la obra de Flaubert, pero sobre todo de Julio Cortázar, empezando por Queremos tanto a Glenda.
Muere Germán List Arzubide, estridentista. Muerte también, el infrarealista Mario Santiago Papasquiaro, el Ulises Lima (de 2666 de Roberto Bolaño) de la vida real. Mueren también Octavio Paz y Frank Sinatra.

Creo que por aquel entonces todavía no me hacía afecto al cine, claro que había visto algunas cosas, sólo en tele, pero estarían por venir los grande ciclos de cine del Canal 11 del IPN, empezaban a las nueve de la noche, luego el noticiero, y terminaban a las tres de la mañana. Ese año creo que sólo fui al cine a ver la de Impacto Profundo, que luego imitó malamante Armageddon, del joven director M. Bay, el cual nueve años después tomaría la batuta del universo fílmico de Transformers.
Se estrenan Bichos de John Lasseter y Andrew Stanton, de Pixar, Hormigaz de Eric Darnell y Tim Johnson, aunque casi se puede decir que es una película de Woody Allen, e Impacto Profundo de Mimi Leder.
Para 1998 casi había concluido mi periodo de lecturas de los libros de Carlos Castaneda, después de haberla iniciado dos años antes. El furor que experimenté se había calmado y entraba en una etapa de sano escepticismo. Ni siquiera me enteré que ese año había muerto, pero si recuerdo haber visto por esos años un cartel anunciando una conferencia suya.
Muere Carlos Castaneda y desaparecen sus cinco seguidoras y amantes principales: Florinda Donner, Taisha Abelar, Patricia Partin, Kylie Lundahl y Talia Bey, para seguir un pacto de suicidio en el desierto. Solo se encontrará el cadáver de Patricia Partin, en febrero de 2006, en el Valle de la Muerte, California.
No recuerdo bien si tenía alguna consciencia política por aquel entonces, sólo sé que había pasado el error de diciembre, y que el país se lo había cargado la mala administración, que aún había efectos de la tremenda devaluación del peso, eso y que el asunto de Chiapas no se arreglaba. Un año después estallaría la huelga de la UNAM y yo no volvería a ser el mismo desde entonces.
El presidente Ernesto Zedillo destituye al secretario de gobernación, Emilio Chuayffet, responsable de la Matanza de Acteal. En Venezuela gana por primera vez las elecciones presidenciales Hugo Chávez. Jacobo Zabludovsky termina su noticiario 24 Horas tras más de 27 años al aire, Al día siguiente empieza su noticiero sucesor conducido por Guillermo Ortega
Lo más destacado de ese año, en el tema personal, fue el viaje que hice a Mazatlán, Sinaloa, al XVIII Encuentro de Jóvenes Escritores, duró una semana y la sede fue la biblioteca de la Universidad de Sinaloa, y nos alojamos en el hotel Playa Mazatlán de la zona dorada... fue una gran semana, sobre todo porque me la pasé totalmente alcoholizado y enamorado de una chiquilla, mucho más alta que yo, del estado de Zacatecas, pero luego les contaré en detalle esa historia, por ahora, cierro el post con un par de datos random de 1998.
Los Diablos Rojos del Toluca obtienen su cuarto título de liga al derrotar 5-2 (6-4 global) al Necaxa. El Mundial de Fútbol de 1998 se juega en Francia y ellos se llevan la copa, al derrotar 3-0 a Brasil. Concluye el fenómeno El Niño de gran intensidad que causó daños en varias regiones en el mundo
Y usted, ¿que estaba haciendo hace dieciocho años?





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