viernes, 28 de abril de 2017

Soy diabetico

Exactamente hoy, hace tres años, me diagnosticaron diabetes tipo II.

  • No, no soy insulinodependiente.
  • No, tampoco estoy obeso.
  • No, no estoy perdiendo una pata, ni se me está gangrenando una mano.
  • No, tampoco estoy dializado.
  • No, no me dio porque me la pasara comiendo papitas y bebiendo coca.
  • No, no fue porque me la pasara echado sin hacer nada.
  • No, no fue por un susto.

Pensé mucho tiempo si debía hacer esto público. La principal razón para no hacerlo es por la evidente naturaleza privada de esta situación, pero la razón para revelarlo me pareció más importante: quería que el mundo supiera, de primera mano, que se puede vivir bien con diabetes.

  • Enfermé por malos hábitos, combinados con herencia genética.

Estos dos factores los viven a diario millones de mexicanos, sé de varios amigos, ustedes, los que están leyendo esto, que encajan en estas dos simples características.

Tiras reactivas a dos meses del diagnostico.

México declaró una alerta epidemiológica por la diabetes porque hay mucha gente sin diagnosticar, y que no recibe atención hasta que tiene una afectación severa, hasta que llegan al hospital con problemas en el corazón, en los riñones, en los ojos o las extremidades.

  • A mi no me va a pasar, yo ni como tantas papitas, ni tomo tanta coca cola, y medio hago algo de ejercicio.

Yo pensaba más o menos igual, y no me preocupaba mucho, aunque mi madre padece de la misma enfermedad. Me decía que mientras no dejara la talla 32 no estaba mal, me decía que mientras hiciera algo de ejercicio no me iba a pasar nada, me decía que ir a comer de vez en cuando al burger king o cenar pizza no era malo.

Pero además dormía muy poco, cerca de cuatro hora; a veces no comía a mis horas, salía sin desayunar de casa, y compraba comida grasosa y dulce afuera de la oficina, mi café con azúcar, crema y galletas. Tacos de almuerzo, comida y cena en casa. No suena mal, ¿verdad?, así como ustedes, pensaba que no podía pasarme nada.

Sí, ya sé, ustedes tiene preguntas, y probablemente se han llenado de suposiciones: dirán "seguro no hacías tal o cual cosa", "ah, pero yo no tomo mi café con azúcar", "ah, pero yo no como tacos en el almuerzo".

Da miedo pensar que uno puede estar enfermo. El diagnóstico es una sentencia. La muerte, tú muerte, toma un rostro. Cuando te diagnostican, sientes a la muerte paseando dentro de ti, recorriendo tu interior, avanzando en tus venas, minando, destruyendo de a poco tus órganos.

Sabes que eventualmente tu cuerpo dejará de producir insulina, sabes que eventualmente la glucosa dañará desde dentro tus órganos. ¿Pero no acaso a todos nos va a suceder esto, de un modo u otro?, todos vamos a morir, sí, pero no queremos que nos echen a perder la fiesta.


Lo más difícil es cambiar los hábitos. Lo más difícil es desligar la idea del disfrute instantáneo, de que la comida salada y dulce es una de las máximas experiencias de la felicidad.

Negación, enojo, depresión, y eventualmente aceptación. Suena a manual, pero es el camino a seguir, aunque muchos no lo concluyen. Hay una suerte de impulso suicida en los diabéticos, consumen comida que les hace daño sabiendo exactamente las consecuencias, es como consumir a sorbos la muerte.

Las etapas no son definitivas, no es como cruzar una puerta, a veces vuelven, a veces te olvidas que existieron. Hace tres años empezó el principio de un camino que cambió todo en mi vida. Al principio fue horrendo, hoy las cosas son muy diferentes, cada día me siento (y estoy) más ligero.

Las medidas de mi glucosa son casi como las de una persona normal, al menos desde hace medio año no paso de los 150. Hay gente que vive su diabetes en niveles de 350 y no siente nada hasta que un día falla la vista, o los riñones, o todo al mismo tiempo.

Sé que no siempre voy a estar en este momento óptimo, algún no podré detener el deterioro, algún día quizá me quede ciego, o se me pudra un dedo. Pero por ahora no cejaré.

Necesitaba decir todo esto, debía mostrarlo, porque de este modo, termino por incorporar la enfermedad a mi vida, deja de ser un secreto mío y de unos pocos amigos y familiares. Acepto la diabetes, pero ella no es mi amiga, ni mi guía.

Esta fue la medida en ayunas de hoy. ¡Excelente!

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