A Zoe, nomás por los diez años de conocerla.
El kinder al que asistí tenía por costumbre que el seis de enero los niños podían ir con sus juguetes nuevos para mostrarlos, compartir y jugar con los compañeros. A mi no me gustaba ese día.
Mi hermana y yo únicamente recibíamos juguetes el seis de enero, y como dicta la costumbre uno tenía que enunciar sus deseos mediante una carta, fiel a ésta tradición yo redactaba mi carta, pero era por mero requisito, todo era un simple trámite, pues ese día sólo tenía una certeza: encontrar al pie del árbol un ingenioso sustituto de mis deseos. Si pedía un vehículo de determinada marca recibía un flamante Ruta Cien botleg, o si mi hermana pedía una casita de muñecas recibía una casa de madera hágalo usted mismo.
Corría la década de los años ochenta, surgía la marca Sonrics y el canal cinco transmitían la serie Transformers, yo con escasos siete años quedé fascinado, quedé ligado a Optimus Prime, líder absoluto de los Autobots (los chicos buenos). Yo siempre quise un juguete de Optimus Prime, solo unos años después, cuando tenía poco más de diez años recibí en un cumpleaños a Starscream, segundo al mando de los Decepticons (los chicos malos), pero no era tan imponente como Optimus.
El asunto es que en mi infancia tuve que enfrentarme a los niños con sus juguetes varoniles, testosteroniles, con mis juguetes ñoños y asépticos, léase didácticos. De tal suerte que en un ocasión en el kinder no quise quedarme a jugar, ya que la mayoría de mis compañeritos tenían personajes de Star Wars, yo llevaba en el bolso un Osito Cariñosito.
Alguna vez que conté esta anécdota me preguntaron si mis padres habían sido comunistas o algo así, pero no, no eran comunistas, solo hacían un ejercicio económico que tuvo como consecuencia una introspección en mi ser, lo cual degeneró en un gusto por la lectura y esas cosas.
Hoy, acercándome a los treinta, he podido comprar mi Optimus Prime, llegó a buen momento. Me he ahorrado unas cuantas terapias.
¿Y ahora a que amiguito lo presumiras, contra quién lo pondrás a pelear? Me apunto con mi Mazinger Z pirata que me compré en el tianguis de la lagunilla, si te doy un quienvive.
ResponderBorrarInteresante, sumamente interesante, ¿tiene pesadillas recurentes con espárragos y almohadas?
ResponderBorrarah! llevas las de ganar! Yo necesitaria mi castillo Playmobil o el Barco Pirata idem...
ResponderBorrarYa no quiero ir con la loquera!
A mi hijastro le regalé un tropo y mira como quedé.
ResponderBorrarSaludos querido.
Gracias por tus visitas y el link!
ResponderBorrarPor cierto, mi hermano llora hasta el día de hoy la pérdida de la mortífera catapulta de los ewoks, que le permitía aventar bolitas de papel y plastilina a una distancia sorprendente.
Un juguete tan fascinante como fragil, particularmente en las manos de padres poco pacientes ¡ups!
Francisco: ¡Huy, esos Mazinger Z hasta como arma blanca funcionan, ahí si yo me hago a un lado! Je je je.
ResponderBorrarMitli: Tu sabras el sabor de mi sueños
The Phoenix: Usted no se preocupe, yo se los consigo bara, bara. De hecho hace poco los vi en unos de esos tianguis de mil y un chacharas...
Catalina Creel: ¡Válgame, espero que el niño haya recibido su recompensa!, y si no ha sido así regalele un balero, esos machucan tan feo que hasta pueden romper un corazón.
Bandala: ¡Sea usted bienvenida a esta casa de nadie!, yo moría por tener uno de esos. Ahora que si quiere podemos recrear una catapulta de tamaño natural y mandar a volar a quien queramos, ¿que le parece?