viernes, 19 de agosto de 2011

Entonces me erigí como tu gurú - Novela El Hedor

Hace muchos escribí una novela, estaba dolido y por eso la escribí; aunque a decir verdad nunca la terminé, cayó en el olvido de un librero. Alguna vez he releído pasajes y no me han parecido tan despreciables, así que como novedad de este año publicaré dicha novela en el blog.

Se llama El Hedor. Obviamente está inspirada en mi vida, pero en una vida tan lejana ya, y cuyos personajes han cambiado por completo, incluso desconozco su paradero, así que no hará daño, como sea de todos modos cambiaré cualquier fragmento que de pie a elucubraciones e interpretaciones personales.

Esta entrada es el que corresponde a ayer, pero hoy repongo con otra entrada en la noche, un capítulo más de su tan gustada sección Pettite Suite.

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Entonces me erigí como tu gurú, como un guía, yo en medio de la noche como un faro inextinguible, llamándote a la orilla segura, al lado seguro, donde todo era pies secos y música de marimbas. No se como fue eso, sólo se un día estaba viendo la televisión, mis padres ya habían terminado de comer, nuevamente la mesa estaba limpia, escombrada. La tarde en pleno en la calle, tarde de sábado, vacías las calles, las casas y los patios llenos de familias, como la mía, reunidas, los niños jugando, ensayando, solitarios.

Había un programa que cada sábado pasaban, era de boleros, se llamaba Un poco más..., a mí me gustaba ese programa, siempre me a gustado esa música, razón por la cual siempre me veía lejano a los gustos musicales de mi generación,  y por lo tanto me mantenía lejano a mi generación; el caso es que la emisión de ese día estaba dedicada a la música de marimba, entonces pasaban los grandes éxitos de los 30’s y 40’s, escuchábamos un Lara en marimba, lo mismo un Curiel, a mi madre siempre le dio cierto orgullo que a mí me gustara esa música, yo me sentía alagado, quizá por eso me gustaba más, en fin, que esa marimba me trajo reminiscencias de otros días, anhelos; era como sentir una ventaja anticipada, yo estaba seguro que eso no le pasaba a nadie de mi generación, yo sentía ese sentimiento era privativo de mi, y así como ocurría con la música me pasaba con otras cosas, la literatura por ejemplo, pero sobre todo con las ideas, con los pensamientos.

Por ese entones era el precursor de una filosofía, de un orden de ideas que apuntalaban mis dudas hasta desaparecerlas, era como redactar enfebrecidamente una serie de evangelios, una serie de leyes eternas, era en pleno la construcción del andamiaje que iba a ser yo en otra época posterior. Inefable arquitecto era, era. Inevitablemente esa seguridad se iba fundiendo en fama, mis compañeros menos adelantados en esto venían a pedirme consejo, venían a contarme sus cosas esperando oír una palabra que sirviera de faro, yo decía mis palabras seguras, imponentes, usaba, sin saberlo, la mayéutica, iba generando preguntas, daba respuestas, las negaba, construía, destruía, emitía juicios.

¿Cómo no ibas a escogerme como guía, como gurú y consejero? Tú, que ni siquiera contabas con un diccionario (lo que tiene ahora carece de la sección completa de las palabras con la letra "a", y de la "u" a la "z". una desgracia total -solo a mi me pasan estas cosas). Cuando me enviste ese mensaje creí percibir un problema metafísico, de otro orden, creí que al referirte a la falta de las sección de la A estabas indicándome que carecías de los conceptos que empezaban con dicha letra, así me imaginé que no sabías lo que era el amor por que no lo conocías, y entonces a mí, en fin.

Al leer tu mensaje sentí un escalofrió, sentí que me estabas delegando tu vida, sentí que te estabas entregando a mis manos forjadoras, sentí que aceptabas que te hiciera como deberías ser, como yo creía que deberías ser. Me dijiste gurú, pero me dijiste gurú hasta que preguntaste que era esa persona que es un vidente y que está ahí para dirigir, para ser un guía, yo de te dije eso era un gurú, y mientras me mirabas con esos grandes ojos tuyos me decías, como deleitando la palabra: gurú, gurú, si no me llamaste maestro es por que en ese entonces te creías anarquista y no podías estar de acuerdo a las instituciones occidentales, quizá por eso elegiste decirme gurú y no maestro. Gurú, recuerda que eres mi gurú…, pero no era cierto, no del todo, ¿cómo dejar de lado la maldita inercia al equilibrio?

Ahí mismo, en ese mensaje dejabas en claro como iba ser todo esto. Si bien me decías era tu gurú, me lo decías dentro de las líneas que interrumpían, respondían, y a su modo corregían un mensaje que te había enviado yo, y ahí casi al final, corregías tu nombre escrito por mí, decías que Carla no se escribía Karla, y ahí, en esa sola C que me faltó estaba cifrada la historia nuestra, no importaba que yo te guiara, tu siempre serías ella.

1 comentario:

Muchas gracias por comentar.

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