miércoles, 20 de julio de 2016

Copilco

Conozco Copilco desde hace dieciséis años, cuando entré a estudiar a la Facultad de Filosofía y Letras, en aquel entonces era un lugar bastante diferente, abundaban los negocios de copias y tesis, había más comidas corridas y menos negocios callejeros.


Cuando estudié en la Facultad de Economía a veces salía a las diez de la noche, en esos momentos deseaba muchísimo vivir por el rumbo, para no hacer un viaje de hora y media hasta Iztapalapa. A veces, platicando con mi novia, fantaseábamos sobre vivir en alguno de los departamentos, decíamos 'imagina entrar en esta puerta, o que aquella'. Hoy vivo con ella en uno de los tantos y viejos edificios de Copilco.


Eso nos ha permitido conocer un Copilco que es casi desconocido para muchos de los universitarios, incluso para algunos comerciantes. Es el Copilco de las vacaciones administrativas de la UNAM. Hay dos períodos en el año, en verano, casi todo el mes de julio, y en invierno, casi todo diciembre.


Copilco está junto a Ciudad Universitaria, en las noches es un sitio muy silencioso, a veces roto por alguna fiesta de universitarios (como ahora que escribo estas líneas), pero no llegan al escándalo de un salón de fiestas, como cuando vivía en Iztapalapa. La calma en las noches en Copilco es increíble, a veces, sin televisión o radio, se puede escuchar el motor de los autos a lo lejos, como un suave ronroneo.


Cuando no hay gente, cuando los negocios están cerrados, surge otro Copilco, los edificios aparecen, se aprecia su arquitectura, aparecen las casas que sobreviven encima de los negocios, allá arriba se distingue una azotea verdecida, una ventana con el marco de madera, un piso lleno de flores.


Hay muchos árboles frutales, de pronto, a la vera de un camino hay un arbusto con unas frutos de intenso color verde, también hay un árbol inmenso de naranjas, higos, y muchos nisperos jóvenes que algún día pintarán sus copas de amarillo.


En época de lluvias las hierbas crecen por todos lados, en las orillas de la banqueta, al borde de las tapas de los registros en las banquetas, crece un moho en algunas paredes y piedras que Tanizaki habría apreciado notablemente.


En vacaciones, el canal de la foto no lleva agua con grasa de los negocios de comida, es casi un arroyo que surge en la soledad de Copilco.


Sin ríos de gente, sin negocios, se puede detener uno, se puede mirar hacia arriba y descubrir una paloma que nos está mirando, se descubre una vieja pintura roja, pintada quién sabe cuándo, envejecida por años de sol.


Ciudad Universitaria se alza del otro lado, quieta, tranquila, muda, como una ciudad abandonada. Aunque a veces, muy de noche, todavía se ve alguna ventana iluminada.


Lo malo es que en estos días de vacaciones hay que tener más cuidado, la ausencia de actividad atrae robos, tanto a personas, como a casa habitación. Curiosamente, cuando viví en Iztapalapa no me tocó ver estas cosas en vivo.


Copilco es una zona sin muchos servicios cuando no hay gente, no hay tiendas para los que vivimos aquí, la que ve en la foto abre muy tarde, no es como en las colonias populares, donde se puede salir a las siete, ocho de la mañana para conseguir un kilo de huevo; no tenemos panaderías, rosticerías o verdulerías, sólo está la tienda de walmart que hace muchos años era un DeTodo. Pero eso sí, siempre hay tortas y tacos en el metro, me ha tocado ver estos locales abiertos mucho más allá de la medianoche.


¿Quién construyó está colonia?, cuándo se levantaron estos edificios. Hay fotos sorprendentes de la construcción de Ciudad Universitaria en donde se aprecia que no había nada, sólo pedregal y plantas. Aunque la zona tuvo presencia habitacional en tiempos prehispánicos.


Al menos tendrá unos sesenta años la colonia Copilco, si tomamos en cuenta que en 1952, cuando fue inaugurada la Ciudad Universitaria poco o nada había en su alrededor. ¿Habrá algún libro sobre su historia, algún día será objeto de estudio?


Alguna vez la universidad editó un libro sobre la fauna del área de CU, no sólo hay ardillas, ratas y palomas, también hay una cantidad generosa de aves. La que se ve en la foto es un pájaro que hace poco descubrí, lo había oído infinidad de veces, hace un graznido como de águila (en Iztapalapa, hace unos veinticinco años conocí un águila en estado salvaje), imaginaba que era un ave más grande, pero es un poco más pequeño que una paloma común.


Hace muchos años abundaban los sitios para sacar fotocopias, aunque aún hay varios, son más los lugares para imprimir, evidentemente va de la mano del avance de la tecnología. Hace años se ocupaban los libros para investigar, por eso había varias librerías en la zona de Copilco, como la librería Internacional, hoy en día parece ser un edificio abandonado, su patio está infestado de ratas (y a un lado hay un lugar de comida muy socorrido por los universitarios...); al fondo, en cerro del agua, persiste la librería de la editorial Siglo XXI, pero esto es porque ahí está la casa editorial. También extraño la gran librería de saldos que ahora ocupa el restaurante Los Tres Poblanitos, a un lado de la entrada del Metro Copilco, ahí conseguí varios títulos y muchos cassettes de música barroca a precios bajísimos, uno podía salir con bastante material con apenas cien pesos, ahora hacen ahí un buen café de olla en las mañanas.


Ese local de "Tesis para ayer!!!" fue durante muchos años la Librería de Manuel, atendida por el señor Manuel, el cual conocí cuando trabajé por en El Parnaso de Coyoacán, para mí era obligado el paso todos los días, al llegar a la facultad, a veces me quedaba a charlar un rato con él, ocasionalmente le compraba algún tomo que no encontraba en otro lado. Este librero podía conseguir casi cualquier libro, tenía un muchacho que recorría todas las librerías de la ciudad buscando los tomos pedidos. Ese tipo de servicios ya no existen. Un día, sin más, murió de un paro cardíaco, sus hijos remataron toda la librería, yo me quedé con ganas de un par de tomos, recuerdo uno de la obra de Leonard Nierman y una gramática japonesa.


Todo se va por un hoyo, el tiempo inexorable traga todo con voracidad. Hace años, cuando conocí Copilco como estudiante nunca imaginé vivir aquí, Recuerdo una gran lluvia que llegó a la altura de la guarnición de las banquetas, recuerdo al señor Manuel y su librería, recuerdo una cocina corrida que se llamaba Acapulco en la que alguna vez lloré un amor, recuerdo las calles muertas durante la huelga de la UNAM...

A veces veo en el departamento que ahora ocupo señales de los habitantes que me precedieron, veo la marca de taquetes en el suelo y no entiendo su función, un día descubrí un cable telefónico, ahogado en capas de pintura, que llega a un cuarto.

He visto varios vecinos pasar, casi todos ellos jóvenes estudiantes, empieza el semestre y descubro, a través de la ventana, una nueva cabellera; a veces sus voces se cuelan, alcanzo a colegir una palabra, adivino alguno profesión, casi siempre odontológos, médicos o abogados.

Un día ya no seré vecino de Copilco, algún día pasaré por fuera de mi departamento, atisbaré una ventana, cerraré los ojos, y recordaré cuando escribí esto.






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