martes, 18 de octubre de 2016

Los tres libros que marcaron mi vida

En el 2011, cuando Peña Nieto todavía ni siquiera era el candidato oficial, fue a la feria del libro en Guadalajara, a presentar uno de esos libros que les escriben para presentar su visión. El caso es que en rueda de prensa, le preguntaron cuáles habían sido los tres libros que marcaron su vida. Todos sabemos qué pasó.

Respondió una serie de absurdos... y las redes sociales explotaron para hacer escarnio, pero más adelante el asunto evolucionó en otras formas, las más significativas consistieron en señalar que en México el promedio de lectura era muy bajo, que no se necesita ser intelectual para manejar un país, que los que sólo leían best sellers no tenían la calidad moral para criticar, y por último, la gente elaboró sus propias listas de tres libros.


Entonces, muchos hicieron sendas listas, que Svetlana Aleksiévich, que yo Erich Auerbach, que François-René de Chateaubriand fue fundamental en su infancia... también estuvieron los que juraron que Octavio Paz le había salvado la vida, que Benedetti les había curado el  corazón, que Sor Juana los había conmocionado a tal punto que se habían querido enclaustrar...

Pero lo que en realidad estaban haciendo era un catálogo de afinidades estéticas al momento, un auto de fe de buen gusto, y no una verdadera confesión sobre los libros que los había prefigurado, que los había cambiado, aún cuando el libro fuera algo vergonzoso. Yo por eso me reservé la diatriba, y de hecho, durante muchos años no me decidía por hacer la lista, hasta este año, una amiga lo comentó en algún lado y empecé otra vez a pensar en eso.

Desde el principio tuve muy claro uno de los libros, los otros dos tuve que pensarlos muy bien, porque, como ya dije, era muy fácil caer en los esteticismo, por ejemplo, pensé en un librito de Haiku, muy sencillo, editado por Plaza y Janes, que me regaló una novia, y aunque la poesía y literatura japonesas me gustan mucho, y hasta me animaron a estudiar japonés un tiempo, mi amor a Nippon existe desde mi más tierna infancia, cuando jugaba con mi hermana a la ceremonia del té, así que ese libro quedó fuera.

O por ejemplo, los libros de cuentos de terror. Creo que tengo una colección respetable, me gustan mucho y durante un buen tiempo me dediqué a su estudio, pero no por ello me visto de vampiro o hago jaculatorias a Cthulhu en Twitter. También pensé que podría poner el primer libro que leí, -La Isla Misteriosa de Julios Verne- aduciendo que gracias a él me atrapó la lectura, pero estaría mintiendo, la lectura me atrapó con los cómics de la Pantera Rosa.

Otro elemento a considerar es la limitante de la cantidad, es decir, la vida de un hombre no se puede reducir a sólo tres libros (bueno, en el caso de Peña Nieto, no llega ni a un libro), por supuesto que habrá muchos, muchos más que nos hayan influenciado durante nuestra vida. Eso sin entrar en las vicisitudes de considerar qué es 'influencia'. Por eso las consideraciones que tomé fueron: no incurrir en el error de poner mis libros favoritos y elegir libros cuya influencia, de algún modo, aún sea vigente.




Catálogo de la exposición México, esplendores de treinta siglos.


En 1992 se presentó la exposición México. Esplendores de Treinta Siglos en una o dos ciudades de USA, después vino a México pero incompleta (por motivos legales de posesión de las piezas). Pero afortunadamente contó con un catálogo con todas las piezas expuestas originalmente. Mis padres lo compraron vía telemercadeo, llegó protegido por plástico burbuja dentro de una caja de cartón; fue toda una ceremonia abrirlo, mi madre, mi hermana y yo lo hojeamos con detenimiento; ahí, en ese momento surgió mi pasión por las ediciones cuidadas y las fotografías soberbias de Michael Zabé, nacería también el implacable gusto por la escultura prehispánica, por el barro moldeado, pero sobre todo, por la policromía teotihuacana.

Durante mucho el tiempo el libro estaría bien cuidado, hasta que empecé a consultarlo y leerlo, un poco a escondidas, y así es como realmente aprendí historia, así es como conocí los movimientos culturales y políticos de México, entendí y ordené las culturas prehispánicas, los tiempos de la colonia, los procesos de las guerras en México, y la construcción de la identidad de México. Gracias a este libro, cuando visité otros museos, como el de San Ildefonso, el Nacional de Arte, el de Bellas Artes o el Nacional del Virreinato sabía lo que estaba mirando sin necesidad de leer las fichas.




El arte de ensoñar de Carlos Castaneda


Castaneda fue uno de esos escritores que empezaron todo el relajo del new age, aunque el primer libro se dice fruto de una investigación antropológica no es una investigación seria, y aunque hable de un linaje tolteca nada tiene que ver con la toltecayotl estudiada por la antropología y arqueología mexicana. Los libros de Carlos Castaneda son un tutti frutti de filosofías orientales, caballería medieval y chamanismo occidental de la parte norte del continente americano.

Mi gran amigo del CCH me dio a leer, en 1996, El Arte de Ensoñar, y a partir de ahí, tomé una senda que no tendría vuelta nunca. Inicié el ensueño por cuenta propia y con mucha disciplina, según las indicaciones del libro. El resultado fue desastroso... no sólo logré experimentar muchas cosas, sino que empecé a ponerme paranoico.


En aquellos años leí toda la obra de Castaneda, acuciado por una la gran duda: ¿es esto real? Por supuesto en aquellos años todavía tenía mucha inclinación a creer que esto era posible, pero todo perdía credibilidad al pensar que una gran verdad no podía estar tan expuesta. Hasta que un día, gracias al mismo amigo que me dio a leer estos libros, terminé por aceptar que todo era pura estafa, y así entré, de golpe, a un sano escepticismo.

Sin embargo quedan muchas cosas de esta literatura en mí, de hecho, buena parte de mi motor moral se debe al camino del guerrero, a la idea de ser impecable antes todo, de sólo recorrer un camino que tiene corazón. Muchas de estas ideas tienen su origen en el budismo, por eso, cuando tomé ese camino, encontré fácil resonancia con mi forma de pensar. Por último, debo reconocer otra enseñanza: que existe una realidad aparte, porque, ¿qué sentido tendría vivir esta vida sin misterios?




Rayuela de Julio Cortázar.


Hace 18 años, cuando fui a un evento de jóvenes escritores en Mazatlán, Sinaloa, un chico mayor que yo, me preguntó que autor era mi favorito, contesté que era Cortázar, y él, como mirando al horizonte, respondió -sí, estás en la edad. Por supuesto que su comentario me molestó, principalmente por la petulancia y aire de superioridad con la que habló, pero también temí que un día Cortázar dejara de decirme algo, dejara de parecerme cautivante.

Este fue el regalo del cumpleaños diecisiete de mis padres y es, quizás, uno de los libros que más he releído en mi vida. Julio Cortázar lamentablemente fue reducido, gracias a Facebook, a un escritor de frases románticas, tan trágicas que parecen de amor adolescente, borrando de golpe toda su angustia existencial, su compromiso con América Latina y la mística del realismo mágico.

Rayuela para mí fue un libro de cabecera, una especie de horitas (libro de horas); hallaba en su lectura toda clase de pasajes, de posibilidades, de propuestas... un día empecé a pintar el libro, a escribir algún haiku al borde de las hojas, empecé a crear mi propio laberinto... Hasta que, después de la fiesta de mi cumpleaños 30, olvidé el libro en un camión (aunque iba sentado sobre él -justo como Johnny Carter perdió su sax, en El Perseguidor, del mismo autor), y aunque pude regresar por él, lo dejé ir.

Todavía conservo un par de cosas de Rayuela, como el capitulo 68, que habla del cerebro y su química, ¿quién soy yo?, ¿yo o la química en mi cerebro?; también la determinación de la no acción; Talita y Traveler como arquetipo de la pareja; así como el concepto de Wong sobre la destrucción de la inteligencia y el Zen, de hecho, por esto último, es que decidí no convertirme en un intelectual, olvidar todo y mirar con ojos de ciego.




¿Y ustedes?, ya, sin poses, ni presumir, ¿cuáles fueron los libros que marcaron su vida?



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