martes, 6 de febrero de 2007

Pero el Amor...

Pero el amor, esa palabra. En fin, ¿cómo no empezar así? Primero hay que excusarse, buscar otras teorías, explicar desde otro ángulo. Yo lo que quiero es quitarle lo rosa, lo aterciopelado y lo bonito; pero (siempre el gran pero, siempre la gran tentativa, la búsqueda de una mejor inventiva, algo así, es como una reconstrucción arqueológica, pero de una arqueología del presente, es decir de una antropología, o mejor aún: de una sociología aventajada, una que construye su objeto a partir de sus explicaciones. Así el pero, el sin embargo, los aún cuando, los más en cambio. El capitán grita: ¡Eh, vosotros, cambien el rumbo!) el amor no ha muerto, se ha emborronado. Con cuanta sacarosa viene está palabra, como es difícil decirla sin sentir precaución, sin sentir toda la melaza pegada en las encías.

Pero el amor es amor, y no se diga más, tampoco hay que mentir satisfactoriamente y hablar de cariños etéreos, de idolatrías furiosas, de deseos desesperados, todos estos eufemismos están del lado de las pasiones frugales de temporada.

Cartón de Jis, El Santos v1
Pero entonces hagamos las definiciones necesarias. Amor es… un puerco de dos cabezas (¡), no claro que no. Amor es la complementación de dos personas, es un esfuerzo conjunto, es una admiración equilibrada, es


No, no así, no hay la necesidad de caer en las definiciones de revista adolescente, en las teorías premasticadas de la Gestalt, en las proyecciones intermitentes de la superación personal. No, en realidad no es mi culpa que la palabra amor venga llena de miel y leche, es culpa de la radio, de la televisión, de las buenas novelas y de ustedes que son capaces de sentir amor por cualquier pinaza color borravino que se les cruza enfrente. A cualquier escalofrío le llaman amor, a penas algo se mueve por arriba de sus vejigas y ya comienzan a amar. Es algo que horroriza, pero al cabo de los años, cuando se están afianzando las rutinas (es decir el arribo de la madurez) uno elige sobre su vida pasada y decide a quién se amó de verdad y a quién no. Siempre es así.

Para que el amor quede brillando inmaculadamente habrá que pasar el Armagedon del capitalismo, habrá que construir el hombre nuevo. Y aquí (o tal vez ya desde mucho atrás), se habrán alzado las grandes murallas, las grandes teorías, las que tienen mucho Platón y menos Prozac, las que se venden en buenas ediciones, cosidas y pegadas, no faltarán los Amorrortu y los Siglo XXI, los infaltables Paidós, y los innegables Anagrama.

Ay, pero el amor, ¡cómo su sola mención nos entibia o nos hiela la sangre! Es increíble como se ilumina mi rostro pensando en el amor presente, para después continuar con la más obcecada obscuridad.

¿Cómo podemos estar siempre pensando el amor?, es verdaderamente intolerable.

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