lunes, 12 de septiembre de 2011

La casa de mi abuela I. De adobe en medio de un cerro

Hoy inicio una serie de entradas relativas a la casa de mi abuela. Sirva de ejercicio para hacer un poco de historia familiar, sirva como testimonio de otros tiempos.
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Todo esto ocurrió en Amanalco de Becerra, Estado de México. Mi abuela era ranchera, lo que significa que era de clase alta, mientras tanto que mi abuelo era peón, o sea de clase baja; las cursivas van porque en realidad no había mucha diferencia, acaso un poco de terrenos y un par de animales.

Mi abuela era güerita, mi abuelo moreno, se la robó a caballo cuando ella tenía acaso catorce años. En total tuvo once o doce hijos, cinco (quizás seis) niñas, seis (quizás siete) varones, todos ellos fallecieron, ya sea nonatos o sin haber cumplido más de un año. Dicen que todos fueron güeritos, incluso uno de ojos azules, que fue el que más tiempo vivió.

Este es el camino que uno debe tomar para subir a casa de mi abuela

Las cinco niñas sobrevivieron, hoy todavía viven todas mis tías y mi madre, la historia de cada una de ellas puede ser ejemplo de situaciones típicas de mujeres de clase media que llegaron de fuera a la Ciudad de México. Mis primos tiene caminos tan diferentes, de contadores a pequeños parias sociales, de campesinos a economistas, de técnicos a obreros. Somos una familia numerosa, no conozco a todos mis primos y no tengo ganas de hacerlo.

Mi abuelo construyó la casa con adobe, él solo, poco a poco, sin ayuda de nadie, siendo peón, sin dinero y comida luchó hasta convertirse en terrateniente; a mí, de niño me dijeron, desde lo alto de un cerro 'de aquí a donde alcanzas a ver son terrenos de tu abuelo'.

Ya abandonada, hoy en día sigue en pie, pero se está cayendo

Su historia es muy larga e interesante, tema para una novela, no les miento. Diré aquí que mi abuelo fue un hombre cariñoso, pero asesinó a dos hombres, la historia aún no sabe si fue su responsabilidad directa o fue engañado por un primo, así que un grupo de soldados estuvo a su acecho durante años, escapaba por un túnel de al menos doscientos metros que él mismo cavó. Dicen que estuvo dos años en las Islas Marías, luego fue un hombre serio y pobre, luego compró todos los terrenos que pudo. Cuando deliraba en su lecho de muerte lloró por sus tierras.

El cuarto de arriba es el de mis abuelitos

Mi abuela le sobrevivió varios años, y todavía vivió un tiempo sola en su casa hasta que enfermó gravemente y tuvo vivir sus últimos años en la Ciudad de México, lejos de sus flores, su campo, sus animales...

Alguna vez esto fue un pequeño establo para borregas

Nunca he ocultado que mis orígenes son indígenas, yo mismo me considero un indio todavía. Desde niño conocí este lugar, y aunque conocí a mi abuelo y lo conocí suficiente siempre pensé en este lugar como 'la casa de mi abuela'. Íbamos cada semana santa, cada fin de año, cada puente del año; puedo decir que conozco la vida de pueblo.

Este era un granero, ahora un vecino deja su animal ahí

Cuando mi abuela murió la velamos en el granero que se ve arriba de esta líneas, luego de eso cerramos la casa, ahí se quedó, abandonada. Muchos años después regresé y tomé estas fotos, si no me equivoco tendrán ya dos años. Ahora la casa está en una estúpida pelea para venderla o conservarla, esas peleas de inmuebles que separan a una familia.


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La casa de mi abuela II. Agua y fuego
La casa de mi abuela III. Abandono
La casa de mi abuela IV. Renacimiento

1 comentario:

  1. Q bella historia y no abandonen sus raíces el trabajo de sus antepasados vender no. Rescatar lo ideal

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Muchas gracias por comentar.

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