martes, 7 de septiembre de 2010

Comencemos pues

Algo de la infancia, nomás para informar al respetable:


Comencemos pues.
Canta la alondra desde el pernil que le tocó llevar en la vida
No hay modo de detenerme, estoy andando.

Cuando nací era pequeño y pesado, muy gordo, un bebe de poco más de cuatro kilos, mis codos eran rollizos y se ilustraban con dos pequeños hoyuelos, mis mejillas eran iguales.
Mis padres usaron conmigo el método Glen-Doman para enseñar a leer a su bebé. Después de que mis padres me enseñaron las vocales aprendí solo a leer, a juntar las palabras, una a una en un lento rosario que a los cinco años estaba perfectamente ya diseñado, funcional.
Mi madre me había llevado a la clínica, no recuerdo a que, pero mientras esperábamos sentados yo me divertía leyendo la isla misteriosa de Julio Verne en voz alta. Una señora que estaba sentada cerca de nosotros se sorprendió mucho de mi capacidad de lectura, de lo fluida que esta era. Mientras ella elogiaba a mi madre yo seguía leyendo, fingiendo no saber que pasaba, pero por dentro probé el orgullo y la satisfacción, sobre todo cuando dijo que leía mejor que los jóvenes de preparatoria. Eso me sentír especial, diferente.
Yo comencé a leer con las historietas de la pantera rosa, las que editaba Novaro, ahí fue cuando abandoné el mundo de las silabas y pasé al de las palabras. Acostumbraba sentarme en un pequeño sillón de hule espuma, frente a mi tenía una pequeña mesa de madera y en ella alineaba a la derecha la pequeña pila de historietas, acto seguido me colocaba un sombrero de paja con franjas azules, tomaba un ejemplar y comenzaba mi lectura. Disciplinariamente hacía eso cada día hasta que comencé a leer libros completos. Mi primer autor favorito fue Julio Verne, pero pronto comencé con otro tipo de lecturas, algunas no muy adecuadas para un niño ya que no entendía gran cosa, pero me producían sentimientos muy extraños, sentimientos que crecían en soledad.
Tengo una hermana un poco mayor que yo, crecí junto a ella y solíamos jugar juntos, pero hoy recuerdo con mucha mayor nitidez los momentos que estaba solo, sobre todo porque son cosas muy extrañas, hasta paranormales podría decirse.
Era un mediodía lluvioso y la hora de salida de mi hermana del kinder de estaba próxima, llovía tan fuerte que mi madre no podía llevarme, así que tuvo que dejarme solo en la casa. Antes de irse me explico que estar solo no era malo, que no pasaba nada, que no fuera a asustarme, que no abriera las llaves del gas, que no saliera de la casa, que no le abriera a nadie desconocido, que no contestara el teléfono, pero sobre todo, me dijo que no me asustará.
Apenas se fue yo me quedé junto al gran librero de madera que guardaba a mis mejores amigos, los libros, aunque en realidad no había muchos, es decir que estaba mas lleno de cuadernos de ingeniería de mi padre. En la parte más alta había unos bellísimos cuadernos de raya, con un papel mate y engrapados. Yo simplemente me elevé solamente con mi volición, subí hasta el nivel más alto, tomé el cuaderno, bajé  y dibuje una silueta esquemática de una jirafa, con un trazo tan fino y una línea tan recta que sería imposible hacerlo sin los instrumentos adecuados. Ahora que escribo esto me doy cuenta que jamás pensé sobre el lapicero o pluma que usé, no se de dónde llegó. Terminé mi dibujo y hojeé el cuaderno, vi, sin sorpresa, que estaba lleno de mas dibujos de jirafas, igualmente perfectos; volví a elevarme y dejé el cuaderno una vez más en su sitió. Cuando llegó mi madre yo seguía pegado al librero y no dejó de llover hasta que oscureció.
Mi hermana vivía asustada, cuando era muy pequeña se dejó caer por las escaleras mientras montaba un triciclo, se le abrió la frente y aún existe una leve cicatriz. Hoy ella es muy inconstante, distraída y voluble, creo que tiene que ver con la cicatriz de su cabeza, tal vez jamás cerró.
Era un solitario. Durante algún tiempo solía pasar los recreos de la primaría leyendo un viejo tratado de biología. La maestra regresaba al salón por algo que había olvidado y me encontraba dentro del salón, me miraba bastante extrañada y me preguntaba por qué no salía. Yo balbuceaba algo y seguía leyendo mi libro.

2 comentarios:

  1. no cabe duda que siempre has sido raro... y lo de la señora de la clinica.. fue mentira.. jajaja no cheto, que bueno q tenias buen habito de lectura desde pequeño, aunq te hizo ser raro..

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  2. ¿Por qué no tenías amigos cuando eras niño? );

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Muchas gracias por comentar.

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