De los cuentos que he escrito este es de mis favoritos, acaso el que mejor ritmo tiene. Creo que tiene cierta validez. (Un premio al que me diga a quién acabo de parodiar)
Pintor notable se entera de estar trágicamente enfermo. Los doctores hablan de hipotálamos, cerebelos, y médulas; él sólo entiende que al cabo de unos meses quedará como un vegetal, aunque tal vez puedan retrasar esto a razón de terapias agotadoras.
Pintor entra en depresión y deja la pintura. Entre alcoholes, melancolía y recuerdos se debate, reniega de las terapias; hasta que, súbitamente, durante una triste libación, la botella se resbala de sus manos. Entra en un estado de miedo incontenible, pero lentamente la angustia da paso al furor, es el coraje de un animal acorralado.
Y decide volver a la pintura. Eufórico, disciplinado e incontenible se sumerge en su arte; visita los museos para que los grandes maestros le enseñen con sus obras; practica todas las técnicas posibles hasta dominarlas, teoriza y ejerce. Los misterios desaparecen para él, ya nada le ocultan las pinceladas de otros genios. Los críticos no pueden contener su asombro. Este hombre conoce la belleza y sabe representarla en sus cuadros.
Han pasado algunos años y, a pesar de de esfuerzos y terapias, su salud empieza a deteriorarse; pero Pintor no ceja en su objetivo: ser un pintor imborrable, y aunque ya lo es, no se detiene ante nada; aún cuando su cuerpo empieza a fallar, a quedarse estático.
Lentamente empieza a disociarse la mente del cerebro, y eso no es suficiente para Pintor; fruto de sus estudios empieza a dictar libros que se venden a millares. Y los pinceles no permanecen inactivos, siguen pintando hasta que las manos de Pintor ya no responden más, no se frustra por eso.
Inmediatamente elabora su testamento. La genialidad y el empeño siempre son bien vendidos; así que su fortuna se evalúa en seis ceros verdes. Funda una academia, es erigido un museo con todo y estatua. Pero a pintor sólo le interesa pintar, ahora lo hace con la boca; asistentes colocan los pinceles necesarios entre sus dientes. Sorprendentemente estos resultan ser sus mejores cuadros. Nace un icono.
Además del testamento, ha dispuesto que cuando ya no pueda moverse y sea imposible pintar (aún con la boca), debe seguir poniéndose un lienzo y paleta delante de él. Cuando este día llega, se lleva a cabo su instrucción.
Ahora Pintor está en su cuarto de hospital. Es blanco y entra mucha luz. Todas las mañanas le dejan el lienzo frente a él. No pinta nada, no puede.
Todas las tardes esos lienzos salen directamente del hospital a las galerías de arte. Se venden en dólares y es difícil conseguirlos.
No sabría decir si esto es testimonio de fortaleza o de la estupidez humana.
No voy a preguntar qué leíste antes de escribir este cuento, creo saberlo.
ResponderBorrar